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27 de abril de 2024

Sin banderaCarmen de Carlos

Macron y Mélenchon: ¿quién da más?

El presidente tiene una cuarta oportunidad para hacerse fuerte en el Eliseo

Actualizada 09:39

El desencanto es el gran triunfador de las legislativas francesas. La abulia se impone al otro lado de los Pirineos, y la extrema izquierda resucita. No estaba hecha cenizas, pero tampoco en condiciones de convertirse, como ahora, en una amenaza para la estabilidad de Emmanuel Macron.
El presidente de la República tiene una cuarta oportunidad para hacerse fuerte en el Elíseo. La primera vuelta de las presidenciales lo dejó malparado, en la segunda recuperó terreno y en esta pseudo tercera quedó en la cuerda floja con una cosecha de legisladores insuficiente para gobernar como él quiere. Los pronósticos le dan la posibilidad de recuperarse este domingo, pero no lo tiene fácil.
Jean-Luc Mélenchon, líder de la coalición izquierdo-ecologista NUPES, se frota las manos y se sueña instalado en el poder real. Buscaría su propio modelo o versión de la famosa cohabitación, algo parecido al matrimonio mal avenido que tuvieron Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Aquí ya se sabe cómo terminó la historia, en Francia aún no ha empezado.
En la otra esquina del ring electoral, a la derecha del zurdo Mélenchon, a Marine Le Pen le toca defender su propio puesto. El éxito personalísimo del balotaje no se ha traducido en la avalancha de votos que consolidaría su figura, pero le basta para formar grupo parlamentario propio (la última vez no lo tenía).
La hija de Jean-Marie, pese a lograr su partido este pequeño espacio en el Parlamento, ha quedo tocada, pero no herida ni mucho menos hundida de cara a los suyos y al futuro. La sentencia final será, como para Macron, el domingo.
Mélenchon, al más puro estilo del kirchnerismo en Argentina, prometió –en su hipotético Gobierno– congelar los precios de la cesta de la compra, aumentar el salario mínimo a 1.500 euros (allí sería una utopía), jubilarse a los 60 (los argentinos lo hacen hasta con menos de 50 años) y, por último, algo que a los españoles nos resulta familiar: incorporar a los contratados en la Administración como funcionarios de pleno derecho. ¿Quién da más?
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