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20 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Aprovecha, Lilith, que no te verás en otra

Con la promoción de esta brillante política a secretaria de Estado se cierra una semana fantástica de refuerzos en el sanchismo-podemismo

Actualizada 10:13

Los que trabajan en tiendas y restaurantes te cuentan que el consumo está más triste que el final de Titanic. El miedo económico se ha apoderado del público, que no es bobo y prevé un otoño de dolor. Pero levitando por encima de esa angustia, los partidos del ameno Gobierno «progresista» andan entretenidos en decapitaciones y promociones internas.
La semana política ha resultado un paseo por el callejón del Gato, en cuyos espejos cóncavos encontró Valle-Inclán la deformidad que llamó esperpento. Nos hemos tenido que ocupar de «personajas» y personajes de la categoría abisal de Adriana Lastra, Lola Delgado, Patxi López, Felipe Sicilia… La galería de grandes refuerzos se cierra ahora con la promoción de Lilith Verstrynge, piji-comunista de 29 años, a la que su compi, la ministra florero Ione Belarra, ha elevado a secretaria de Estado de la Agenda 2030. Sustituye a Enrique Santiago, que es el malencarado jefe del PCE, el auténtico partido de Yolanda Díaz, aquel al que está afiliada. Del comunismo rancio pasamos al comunismo pop.
Lilith es un ejemplo más de como se ha desplomado la categoría de quienes nos gobiernan. En la era previa a la corrección política la habríamos definido fácilmente: una niña pera de manual, que jamás ha dado golpe. Es hija del pendular Jorge Verstrynge, que en una sola vida ha logrado el raro hito de ser simpatizante neonazi, secretario general de AP e ideólogo de Podemos.
Papi y mami le pagaron a Lilith la educación más elitista, primero en el Liceo Francés, luego en La Sorbona y de fin de fiesta, un máster en Múnich. Habla cuatro idiomas, pero le ha pasado lo que a muchos chavales de hoy: ha estado tan entretenida formándose que no se le ha ocurrido nunca ponerse a currar. Su medio de vida lo encontró al conocer a Iglesias en la Facultad de Políticas. Se la llevó con él cuando fue eurodiputado y luego la colocó en su gabinete al convertirse en el vicepresidente más gandul de nuestra democracia. Cuando se la pegó en las autonómicas madrileñas y dejó la política (o más bien, la política lo dejó a él), Lilith se vio de repente sin su socorrida teta pública. Pero en la vida no hay nada como la amistad. Ione Belarra la promocionó el pasado septiembre a secretaria de organización de Podemos y ahora le da un cargo gubernamental con sueldo de cien mil euros al año.
Lilith ejemplifica perfectamente la razón por la que gran parte de la clase trabajadora ha dejado de votar a la izquierda caviar. A ella le encanta «perderse por Tánger y Nueva York» y la música indie; por supuesto es muy ecologista, muy feminista y muy proarcoíris. Todo ese inventario tan guay le toca las meninges a las familia currelas, que están sudando tinta con los mordiscos de la luz, la gasolina y la alimentación.
Cuentan que tras una discusión entre ambos, Ortega y Gasset definió a mi paisano Salvador de Madariaga como «un tonto en cinco idiomas». Me he acordado de aquella invectiva repasando algunos éxitos dialécticos de nuestra políglota secretaria de Estado. Lilith denuncia que «la cultura del esfuerzo y la meritocracia crea ansiedad», tal ver porque ella se la ahorrado por motivo de cuna. Propone hacer frente a Putin con «un escudo social y verde». Qué entrañable. Aboga por un nuevo «delito fiscal» para crujir a las eléctricas... Todo adornado con pequeñas sandeces epatantes, como soltar que el Bernabéu «es un mamotreto».
Aprovecha, Lilith, disfruta de tu añito como secretaria de Estado, con coche oficial, escoltas, buen sueldo y tal vez algún garbeo en Falcon a Nueva York con Ire, Pam e Isa para las rebajas de invierno, que allí son «chulísimas». A trincar, que no te verás en otra. El público está saturado de vosotras y vosotros. En las próximas generales, Podemos volverá al ámbito del que nunca debió haber salido: las tertulias de televisión de tito Ferreras y los diputados que tenía Julio Anguita.
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