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06 de mayo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

El presidente de la república de España

Está claro que quien lee el protocolo del acto se está trastabillando e intentando corregir sobre la marcha. Pero a Sánchez le divierte mucho que un empleado público se equivoque. Tanto que se ríe. Ése es el respeto que tiene al funcionario y la institución a la que representa. Se los pasa por el arco del triunfo

Actualizada 10:11

Sánchez viajó expedito a abrazar a Gustavo Petro, el nuevo héroe de la izquierda internacional. Lo hizo a los 16 días de su posesión. Este nuevo mejor amigo es el hombre que fue miembro del M-19, la guerrilla que contrató el mayor narcotraficante de la historia: Pablo Escobar Gaviria. Así las cosas, a nadie puede sorprender que, a la semana de ocupar la Presidencia, Petro nombrase embajador en Nicaragua a León Fredy Muñoz, un exrepresentante que está siendo investigado por las autoridades por narcotráfico después de que le fuera incautada cocaína en su equipaje. Esos detalles son irrelevantes, para Sánchez y para Petro. Pero yo creo que son muy reveladores.
Casi todos los medios han difundido ampliamente la comparecencia de Sánchez y Petro en rueda de Prensa en la que el español es presentado como presidente de la «república de España» y eso le provoca a Sánchez una sonrisa rayana en el orgasmo porque todos sabemos desde hace tiempo cuáles son sus ambiciones. Pero la realidad es aún peor. Es de un grado de cultura muy básico saber que en Hispanoamérica el término «república» no tiene necesariamente connotaciones constitucionales o de forma de Gobierno que otorgamos a esa palabra en España. Es simplemente un sinónimo de país o estado. Recuerdo muy bien cuando el gobernador de Miami, Jebb Bush, se dirigió al presidente del Gobierno de España, José María Aznar, como el «presidente de la república de España». El error no es excusable en ninguno de los dos casos, pero es comprensible por qué se produce. En el caso de Colombia algo menos, porque es un error del protocolo de la República, no de una persona. Lo revelador respecto a la reacción de Sánchez es que lo que realmente se escucha anunciar es «el presiente de la república... del Gobierno de España». Es decir, está claro que quien lee el protocolo del acto se está trastabillando e intentando corregir sobre la marcha. Pero a Sánchez le divierte mucho que un empleado público se equivoque. Tanto que se ríe. Ése es el respeto que tiene al funcionario y la institución a la que representa. Se los pasa por el arco del triunfo.
Lo más interesante que Sánchez llevó a Bogotá fue su propuesta de traer a España el diálogo entre los terroristas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Gobierno colombiano. Conversaciones que ya están radicadas en La Habana. Es decir, para satisfacer a España, Petro tendría que ofender a Cuba. No se yo si ésa va a ser una prioridad para él. Mas aquí podemos estar viendo alguna primera divergencia entre Petro y su canciller, el comunista pro-guerrilla Álvaro Leyva. Llevar a Madrid el diálogo con el ELN ayudaría a dar un empleo a la mano derecha de Leyva, el abogado madrileño, secretario general del PCE y exsecretario de Estado de Agenda 2030, Enrique Santiago. El comunista español ya fue abogado de las FARC en La Habana en el acuerdo de paz que los colombianos rechazamos. Ahora hay otra posibilidad de darle trabajo, del que debe estar muy necesitado.
Y mientras se ve si es posible llegar a eso, Sánchez acepta dar una rueda de Prensa en Bogotá bajo el cuadro de Bolívar, tras lo cuestionada que fue por sus socios la actuación del Rey ante la espada de Bolívar. Recordemos que el Rey no puede contestar ninguna crítica, ni justificar ningún acto. Eso lo debe hacer su Gobierno. Y nadie lo ha hecho. El Gobierno colombiano anuncia que el Ejército ya no va a bombardear los campamentos de la guerrilla, no vaya a ser que tengan bajas los terroristas. Sánchez, en un deseo de tener intimidad casi pornográfica con Petro, se niega a definir a Nicolás Maduro como dictador. Todo esto coincidiendo con el paso del presidente del Gobierno español por Bogotá. No paramos de mejorar.
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