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04 de mayo de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

Sánchez-Feijóo, maneras de vivir

Al final siempre es lo mismo: se trata de elegir entre repartir lo que hay (la izquierda) o intentar crear más riqueza con las empresas (la derecha)

Actualizada 09:26

Escuchando con un cierto sopor-siesta el debate del Senado ente Sánchez y Feijóo, me vino a la cabeza el título de aquella resultona tonada rasca-rasca de Leño del año 81, «Maneras de vivir».
Resulta jocoso recordar hoy las profecías de las eminencias de la ya fenecida «Nueva Política», fenómenos naranjas que proclamaban que la dicotomía derecha-izquierda era una antigualla obsoleta, aparcada para siempre en el baúl más hondo de la historia. No dieron una. Al final, en cuanto se rasca un poco la cáscara de la política, vuelve a emerger la médula de siempre: dos maneras de vivir, dos modos de ver la vida. De un lado, los que creen que el objetivo es repartir lo que ya hay (la izquierda), aunque sea conformándose a veces con la mediocridad. De otro, los que aspiran a crear más riqueza, entendiendo que las empresas son el instrumento generador de la misma.
Ese es el debate de fondo, el importante, lo que latía tras toda la hojarasca de palabras y reproches del Senado, donde Sánchez logró la proeza de perder el envite a pesar de que habló quince veces más que su adversario (o tal vez perdió precisamente por eso, por plomo).
Si un amigo me preguntase un día tomando una caña: «Oye, ¿tú por qué acabaste siendo liberal en vez de izquierdista, que era lo que estaba de moda en tu juventud?». Mi respuesta sería sencilla: fue por pura observación empírica. Simplemente iba observando que el supuesto «progresismo» está contra el progreso y que lo que denostaban como derechismo retrógrado solía ser lo que al final realmente mejoraba la vida de la gente.
Cuando era un mentecato y se empezó a construir la autopista que une La Coruña y Santiago, los visionarios nacionalistas del Bloque se opusieron tachando la obra de «navajada en nuestra tierra». Cuando Paco Vázquez, visionario alcalde de mi ciudad, construyó los primeros aparcamientos subterráneos, la izquierda radical lo tachó de «alcalde topo» y llegó a advertir que se hundirían. Cuando Amancio Ortega empezó a despuntar con lo que hoy es Inditex, un sindicalista profesional, casado con una prima mía, me explicó con todo lujo de detalle que era «un explotador» atroz y una plaga bíblica para la ciudad (a la que hoy da vida). Cuando mi padre se hizo armador observé que daba trabajo a varias familias, y también vi los quebraderos de cabeza que sufría para mantener esos empleos (yo no he sido empresario, así que siento decir que no he creado un solo empleo en mi vida). Cuando llegó El Corte Inglés al córner atlántico, la izquierda bramó en contra, porque «acabará con el pequeño comercio». Y ahí sigue el pequeño comercio. Cuando cerraron las fábricas estatales que había en mi ciudad, la de Tabacos, la de Armas… se dijo que la urbe se iría al garete. Pero la mano invisible de la iniciativa privada acabó trayendo nuevos proyectos y empleos, y en realidad hay más pulso ahora que antes.
Lo siento: pero con jubilados y prejubilados bien pagados y con hordas ingentes de funcionarios no se crea un país de futuro, aunque por supuesto hay que contar con ellos y apoyarlos. En cambio, con buenos empresarios, ayudados por una fiscalidad cómoda y poca burocracia, y atrayendo capital exterior con un país seguro jurídicamente, así sí avanzan las naciones. ¡Hasta la china comunista, que sigue con la iconografía camp de la hoz y el martillo, se ha hecho capitalista para prosperar!
Y esto, y no otra cosa, es lo que se ha debatido en el Senado. Un señor lo fía todo a las subvenciones de aliento peronista, agujereando una caja pública que está ya semiquebrada. El otro ofrece confiar en los empresarios y tratar de prosperar creando riqueza y con una gestión moderada. Así de sencillo es el debate. El año que viene los españoles elegiremos qué modelo preferimos. Y cuidado, porque hoy vivimos en un país donde si se pregunta a los niños qué prefieren ser de mayores, si funcionarios o empresarios, gana por goleada la primera opción, la del bajo riesgo y la cosa fija.
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