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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Pablito tiene un canal en Youtube

Si alguien pica ahora con «Telepablo», es su problema: el nuestro es quitarle un poco la careta y decirle, con una sonrisa, que la cloaca eres tú, coleguita

Pablo Iglesias ha presentado en sociedad su nuevo canal de televisión, lo que en sí mismo ya define la arrogancia del personaje: hace un humilde podcast y tiene ahora una cosita en Youtube, pero lo exhibe como si fueran la alternativa a La Sexta y a la Cadena Ser, pidiendo además que se lo paguen los incautos con uno de esos crowfunding que tanto llaman luego la atención al Tribunal de Cuentas.
Un poquito de por favor, Pablo. Emitir sus «Aló exvicepresidente» por internet no es, precisamente, lo propio de un magnate de los medios, bien como editor, bien como estrella: se parece más a lo que ya hacía en la cosa ésa de La tuerka o Fort Apache, cuya prosperidad financiera coincidió con los acuerdos –vaya casualidad– de los fundadores de Podemos con democracias tan consolidadas como las de Venezuela o Irán.
Que esa es otra: Iglesias, y todos sus siervos de la gleba, pueden decir con razón que nadie ha demostrado que su partido se fundara con dinero chavista, pero ninguno de ellos podrá sostener, ni aquí ni en un juzgado, que ellos, sus fundaciones y sus productoras no se forraron con la viruta execrable de esos regímenes. Tan interesados, otra casualidad, en el nacimiento de formaciones políticas dispuestas a sembrar su semilla populista en Europa.
Si alguno de los padres de la criatura podemita se ofende por estas líneas, estaré encantado de atender la llamada de un juez para que lo charlemos todos jovialmente en el tribunal oportuno y puedan negar allí, si se atreven, los millones facturados a Chávez y compañía: mientras aquellos pueblos pasaban hambre, Pablito y sus jinetes del Apocalipsis se llenaron los bolsillos lamiéndoles el hojaldre a los sátrapas engorilados.
El truco de presentar la ausencia de sentencias sobre el origen económico de Podemos como una demostración de que no hicieron negocios con todo dictadorzuelo al alcance de la mano es similar al que, ahora, en el campo mediático, viene desplegando este vendedor de crecepelo con ínfulas.
Porque la campaña que durante meses sostiene Iglesias contra La Sexta, El País o la Cadena Ser, que deben sentirse algo bobos por haber aupado tanto a su ahora enemigo, no es más que la excusa comercial para promocionar su sociedad con Roures como la alternativa «de izquierdas» a establishment progresista tradicional.
Iglesias siempre ha tenido problemas con la libertad de información y, como todo buen comunista, cree que el medio bueno es el medio cerrado o privatizado para su causa. Señalar cloacas, denunciar bulos y agredir a todo periodista que se mueva de sus parámetros ideológicos, salidos de una sentina castrista, no ha sido más que una estrategia cutre para intentar debilitar a competidores y potenciar su invento con el empresario del sector más afín a la izquierda radical y al separatismo.
Iglesias fue un producto de los mismos medios que ahora persigue, y aunque en el viaje haya algo de justicia poética para ellos, no conviene darse un atracón: por mucho que La Sexta, El País o la Ser lleven demasiado tiempo ejerciendo de colaboradores necesarios de las peores ideas; aceptan el juego democrático, las reglas del mercado y los límites deontológicos de una profesión perseguida por un aprendiz de Stalin.
Como todo con Iglesias, su proyecto mediático es una mezcla de negocio y de venganza que ya evidenció con Podemos, convertida en una Sociedad Limitada cuyas ganancias son ya exclusivas para sus propietarios, los cuatro pablistas sin oficio ni beneficio que intentan hacer de su activismo de moqueta una forma de ganarse la vida eternamente.
Si alguien pica ahora con «Telepablo», es su problema: el nuestro es quitarle un poco la careta y decirle, con una sonrisa, que la cloaca eres tú, coleguita.