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27 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

¿Manifestación? Sí, por supuesto

Es muy difícil discutir que Sánchez ha hecho méritos para ser premiado este sábado con una enorme protesta en las calles de la capital de España

Actualizada 23:11

Interrogo a un taxista cubano que lleva 23 años en Madrid. Mucho me temo que no es muy izquierdista. Lo mandaron a la guerra de Angola con 17 años («ideas del sinvergüenza del Che Guevara») y allí se le abrieron los ojos: «Cuando estás metido en una dictadura como la de Cuba, sin salir jamás de allí, piensas que no hay otra cosa y eres comunista, claro, te educan para eso. Yo fui pionero de niño, ¡cómo no!… Pero al salir de la isla me di cuenta de que existía otro mundo». Al haber servido como militar, a mediados de los 90 el régimen le permitió viajar a Rusia a competir como boxeador. Allí desertó y tras un azaroso viaje llegó a España.
Le pregunto cómo ve la política española. Habla como un liberal y se revela como un hooligan ayusista («me deja trabajar, nos da alas, no como los del sindicato, que me quieren obligar a un tope horario y a descansar los fines de semana, ¿me van a pagar ellos lo que dejaré de ganar?»).
Ya metido en faena, aporta un consejo. Y es exactamente el mismo que he escuchado últimamente en boca de dos argentinos residentes en Madrid: «Aquí en España tenemos que tener cuidado. Están empezando a pasar cosas. Se están adueñando de todo, controlan los medios, están controlando la justicia… Parece que nunca va a pasar nada, pero si no estamos atentos yo ya he visto cómo terminan estas situaciones».
A punto de acabar la carrera, le hago una última pregunta al oráculo político sentado tras el volante: «¿Y qué le parece Sánchez?». El hombre resopla, mueve la cabeza como si le pesase. «Pero, en concreto, ¿porque no le gusta?», le aprieto. Lo tiene claro: «Pues por dos cosas. La primera es que tiene doble cara, no es de fiar. No lo quiero. La segunda es que yo me siento muy español. Tengo una mujer de aquí, una hija de 23 años. Tengo trabajo. Estoy feliz y agradecido. Y no me gusta lo que está haciendo con los catalanes y con Bildu. No se está portando bien con España. La bandera de un país es de todos y él parece que no lo entiende».
Imagino que existen argumentos más sofisticados y más técnicos para acudir a la manifestación de este sábado. Pero los que aportó el taxista cubano, hoy ya español, me sirven de sobra. Hay que salir a la calle, aunque llueva y ventee, a decir que no vamos a permitir que un oportunista venda nuestro país en el zoco de los separatistas. A decirle que somos conscientes de que está deteriorando la democracia española y que no lo aceptamos. A decirle que no puede pisotear la separación de poderes que vivifica las democracias, ni reformar la Constitución por la puerta trasera. Toca dejar claro que ya no soportamos el talante chuleta de un gobernante mediocre y con ínfulas de autócrata, que se permite el lujo de insultar y despreciar sistemáticamente a la mitad de la población que no piensa como él. Porque si la mayoría arrolla a la minoría y no la respeta, la democracia se eclipsa, y eso es exactamente lo que está haciendo la excéntrica alianza radical que hoy nos mal gobierna.
(PD: El taxista dijo algo más: «Y ojo a cómo se van a recontar los votos en las elecciones de este año y a quién controla la empresa que los cuenta». Como dije en algún artículo anterior, veo eso imposible en un país del primer mundo como España, incluso hablando de quien hablamos. Pero parece que la catadura moral del personaje alienta ya en la calle tales comentarios: «No lo dude, ese hombre si puede lo hará». Intento decirle que no. Pero la respuesta me queda poco convincente).
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