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Pecados capitalesMayte Alcaraz

Las que deberían salir el 8-M

Propongo que la manifestación que se celebrará pasado mañana sea sustituida por la parada de las víctimas del sanchismo

Jamás como en estos últimos cinco años las españolas han sido peor tratadas por su Gobierno y sus derechos menos defendidos, al calor de una ideología sectaria y totalitaria. Propongo que la manifestación que se celebrará pasado mañana sea sustituida por la parada de las víctimas del sanchismo y que, en lugar de que desfilen Irene Montero y Begoña Gómez, lo hagan aquellas mujeres a las que Sánchez y sus socios han destrozado la vida, aquellas que callan y sufren las embestidas de su pensamiento único, aquellas a las que Montero y Gómez no han dedicado ni un segundo de sus privilegiadas existencias de tartas y Falcon, aquellas que no han entrado en el paraíso feminista que ambas han diseñado para sus amiguitas, aquellas que, pese a todo ello, siguen pagando con sus impuestos sus sueldos de seis cifras. Llenarían las calles. Pasen y lean.
  • Las 721 mujeres –menores, ancianas, sobrinas, nietas, hijas– que fueron violadas, abusadas y devastadas por agresores sexuales que han visto reducir sus condenas gracias a la aberración legal del 'solo sí es sí', y entre ellas, las 74 desgraciadas que incluso tienen ya a los psicópatas que las asaltaron tomando café a la vuelta de la esquina de su casa.
  • Las mujeres que prostituyeron los camaradas de Irene y Begoña en el Congreso de los Diputados, para disfrute burdo y zafio, capitaneados por el inefable Tito Berni, el que predicaba defender los derechos de aquellas cuyos servicios sexuales compraba.
  • Las decenas de madres, hermanas, esposas e hijas de víctimas de ETA, a las que socialistas y podemitas han mandado al rincón del olvido mientras blanquean al heredero de los asesinos, Arnaldo Otegui –autoproclamado luchador contra la violencia de género– y lo han convertido en parte del Gobierno de España. Sin olvidar a los deudos de las 60 mujeres que mató directamente el terrorismo: la primera de ellas una niña de tan solo 22 meses en la estación de Amara de San Sebastián en 1960.
  • Las madres de las menores que no serán informadas de la decisión de abortar de sus hijas y no podrán asesorarlas en esa traumática decisión, que marcará sus vidas para siempre. También podrán concurrir las menores que interrumpirán su embarazo sin el abrigo de sus familias, gracias a la libertad sexual que dice administrar Irene Montero.
  • Las decenas de adolescentes cuyos cuerpos, amparadas por la ley trans, serán hormonados sin el asesoramiento de un equipo médico multidisciplinar y sin el consentimiento de sus padres, algunas de ellas incluso serán sometidas a cirugías irreversibles que lastrarán su futuro.
  • Las hijas de las 7 mujeres que en lo que llevamos de año fueron asesinadas por sus parejas y exparejas, sin que el Consejo de «Ministras» haya invertido ni un solo euro de los 573 millones que tiene presupuestados en políticas educativas y de formación, aunque sí en propaganda barata sobre el patriarcado y chiringuitos de correligionarios.
  • Las autónomas que se han dado de baja por no poder atender los pagos: 671 cotizantes menos por cuenta propia al día.
  • Las tenderas que han echado el cierre definitivamente a sus establecimientos, un total de 20.000 locales en un año.
  • Las madres que crían hijos y trabajan sin una sola ayuda para la conciliación familiar ni asesoras que puedan usar de niñeras.
  • Las madres de los 843.400 menores de 30 años que no tienen empleo en nuestro país –la tasa de paro juvenil más alta de Europa.
  • Las abuelas que llenan la nevera de sus hijos esquilmados por la inflación que ha disparado la cesta de la compra hasta un 15 %.
  • Las 650.000 empresarias y emprendedoras españolas, que no necesitaron una ley de paridad, como la que acaba de anunciar el Ejecutivo para tapar el escándalo del Bernigate, para poner en valor su competencia.
  • Y, finalmente, todas aquellas españolas con más méritos, valores y conocimientos para ser directoras de una Cátedra en la Complutense o ministras de Igualdad del Reino de España que Begoña e Irene, pero que no tuvieron la suerte de cruzarse con un macho alfa que, después de colocarlas, ha puesto a su disposición un megáfono desde el que, encima, darnos lecciones de feminismo a las demás.