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26 de abril de 2024

El puntalAntonio Jiménez

Tras la moción, dimisión y vuelta a la cotidianidad «sanchista»

La moción, eso sí, sirvió para maquillar temporalmente la realidad que torpedea la gestión de Sánchez, pero no para ocultarla

Actualizada 01:30

La sensación dejada por la fracasada moción de censura me lleva a recordar el estrambote del soneto más popular de Cervantes dedicado al túmulo de Felipe II en la catedral de Sevilla: «Miró de soslayo, fuese y no hubo nada». Pues eso, nada de trascendencia para los ciudadanos dejó el debate parlamentario y sí alguna lectura política como la constatación de que Sánchez aprovechó el envite y la tribuna del Congreso para lanzar la candidatura de Yolanda Díaz en menoscabo de Podemos y las hermanas «Gilda», Belarra y Montero, que asistieron como invitadas de piedra al festín de autocomplacencia y propaganda que se dieron desde esa tribuna, presidente y vicepresidenta, vendiendo una España idílica que no se compadece con la realidad.
Desde ese preciso momento cocina a fuego lento su venganza el «macho alfa» morado, plato que el consorte de Irene Montero servirá a Sánchez convenientemente frío para que lo advierta hasta en sus huesos. No es por tanto verosímil que la coalición social-comunista de Gobierno saliera más cohesionada y fortalecida de la moción de censura como quisieron hacernos creer la Moncloa y sus terminales mediáticas.
No tardará mucho en que aflore de nuevo la tensión y el enfrentamiento en un Consejo de Ministros, amalgamado sólo por los intereses partidistas de uno y otro y por el beneficio que procura el poder, y no por el de muchos ciudadanos que ya sólo aguardan las urnas para ajustar cuentas.
La moción, eso sí, sirvió para maquillar temporalmente la realidad que torpedea la gestión de Sánchez, pero no para ocultarla. Los casos y cosas se solapan sin solución de continuidad y recién apagados los ecos de la cita parlamentaria saltaba la dimisión, más bien un cese encubierto, de la directora general de la Guardia Civil, María Gámez, tras la imputación de su marido por beneficiarse, presuntamente de manera ilegal, de ayudas procedentes del «fondo de reptiles» de los ERE, durante las presidencias de la Junta de Andalucía de Manuel Chaves y José Antonio Griñán, ambos condenados.
Este es un caso que guarda cierta analogía con los de otras esposas, léase la Infanta Cristina y Ana Mato, exministra de Sanidad con Aznar, a las que la izquierda condenó, antes de ser juzgadas y absueltas, haciéndolas cómplices de los delitos de sus parejas por lucrarse de sus actividades ilícitas, a pesar de declarar que ellas las desconocían.
A María Gámez, alto cargo de la Junta durante el tiempo en que su marido incrementó el patrimonio familiar por el que se le investiga, con un ático de lujo en el paseo marítimo de Málaga y un piso comprado al contado en otra zona cara de la misma ciudad, según publica El Debate, le asiste como a las otras esposas la misma presunción de inocencia que sus compañeros socialistas, sin embargo, no respetaron con ellas.
Sería pertinente, en todo caso, que la exdirectora general de la Guardia Civil respondiera, al igual que se le inquirió, desde algunas tribunas políticas y medios informativos, a la infanta Cristina y Ana Mato, si conocía las actividades económicas de su marido y el notable enriquecimiento familiar derivado de esas actividades que le procuraron también a ella un provechoso lucro; pero ya se sabe que la ley del embudo de la izquierda, en estos casos, es magnánima y ancha con los suyos y punitiva y estrecha con los adversarios políticos, especialmente si pertenecen al PP.
El asunto que ha obligado a dimitir a María Gámez al frente del Instituto Armado, la mejor directora en toda la historia de la benemérita institución según Marlaska, será porque ha sido la única mujer, además de evidenciar la alargada y casi infinita sombra del escándalo de los ERE, el mayor caso de corrupción de nuestra democracia protagonizado por el PSOE, dinamitó en horas el triunfalismo con el que Sánchez y el grupo socialista abandonaron el Congreso tras la moción de censura. «Sic transit gloria mundi, sanchidad».
Eso y Tito Berni, después de que la juez que instruye el caso haya pedido a la Fiscalía Europea que valore si la trama liderada por el exdiputado socialista pudo malversar fondos públicos procedentes de Bruselas para que se abra, asimismo, una investigación en Europa que ocasionaría un quebranto reputacional notable al Gobierno, algo que Sánchez teme más que a una vara verde.
P.S.: Ese ministro devenido en populista y que anda por la vida encantado de conocerse mientras tiene la Seguridad Social colapsada con miles de ciudadanos pendientes de coger una cita para tramitar pensiones de todo tipo ha sido afrentado por el mismo organismo que dirigió con Rajoy en la Moncloa y él era extremadamente escrupuloso, puntilloso con el Gobierno, y riguroso con el presupuesto y el gasto público. La AireF acaba de enmendarle su reforma de las pensiones a pachas con UGT y CC.OO.: la reforma, dice el citado organismo, no asegura la sostenibilidad del sistema e incrementará los números rojos por no compensarse los ingresos con el aumento del gasto.
¿Quién es más antipatriota e irresponsable, Feijóo por advertir en Bruselas el fiasco de la reforma o Escrivá por aprobarla con el rechazo de empresarios, expertos y ahora también de la Autoridad Fiscal Independiente que coincide en sus críticas con el líder del PP al que da la razón? Claro que Escrivá cuando dirigía la AireF y no necesitaba comprar a los sindicatos a cambio de paz social decía lo mismo que ahora Feijóo sobre las pensiones.
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