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Un mundo felizJaume Vives

De policías y ladrones

¿Cómo no va a haber un problema de seguridad si, además de unas leyes infames, que casi animan a delinquir, quienes tienen que velar por el orden en la vía pública son así de inconscientes?

El otro día vi cómo en una calle de la zona alta de Barcelona la policía detenía a dos chavales que llevaban el mal escrito en la cara. Como les encontraron algún cuchillo encima al registrarlos, los dejaron esposados y sentados en el suelo.
Había quedado con mi mujer justo donde estaban esos dos indeseables, así que no tuve más remedio que esperar allí disfrutando de la escena, que a mí estas cosas me encantan.
Los comentarios de la gente venían a ser todos del mismo tenor: «Qué más da, si mañana los van a soltar» y otros por el estilo. Al parecer habían intentado atracar a alguna persona en la zona, y no eran los únicos, había otros dos chavales detenidos a doscientos metros, en una calle paralela y otros en una plaza de más abajo. Todos a la vez.
Las desgracias nunca vienen solas, y las plagas son eso, plagas.
El espectáculo duró poco más de treinta minutos. Los policías vacilando a los indeseables, los indeseables sabiéndose impunes, esperando el momento en que alguien les abriera las esposas, y la gente observando algo cada vez más habitual: unos delincuentes que, como mucho, pasarán una noche en el cuartelillo y ni siquiera se llevarán un bofetón correctivo.
Y claro, así, ¿qué indeseable no querrá volver a la calle a robar a una pobre viejecita o a un joven incauto?
Pero para sorpresa de mi mujer y mía, cuando salíamos de comprar algo para la cena, estaban soltando a esos dos indeseables. Uno de los policías le dijo a uno de ellos que se comprara un cinturón, porque se le caían los pantalones, y el otro, acompañándolos hasta el metro, les dijo que si querían robar, que lo hicieran en su barrio. Palabras textuales. Y los invitó a bajar las escaleras para acceder al andén.
Y esos dos tipos con cara de pegar a su madre bajaron las escaleras del tren, impunes, contentos y supongo que, obedientes, a robar a otro barrio. Y esos seis policías dejaron a todos los usuarios de esa línea de metro a expensas de dos tipos con ganas de adueñarse de lo ajeno, tirando de cuchillo, si preciso fuere.
Y claro, ¿cómo no va a haber un problema de seguridad si, además de unas leyes infames, que casi animan a delinquir, quienes tienen que velar por el orden en la vía pública son así de inconscientes y tienen tan poco sentido del deber y de la responsabilidad? Aunque, por supuesto, la nefasta actitud de ambos policías, seguramente viene motivada por unas leyes que convierten el trabajo que realizan en algo totalmente inútil.