Romance sindical
Sucedió el treinta de abril
En un lugar escondido
En el fondo de la mar
de las Cíes, frente a Vigo.
Convocaba el Secretario
General de los Mariscos,
El Gran Bogavante Azul
Rodeado de sus ministros.
Acudieron de otros mares
Y océanos infinitos
Zamburiñas, y percebes,
Langostas y langostinos,
Cigalas, gambas y nécoras,
Almejas y santiaguiños,
Carabineros, centollos,
Berberechos, vieiras, finos
Mejillones de las Rías
Y cangrejos de los ríos.
El Gran Bogavante Azul,
El Jefe de los mariscos,
Puso el micrófono a tono
Y así habló a los reunidos.
–Queridos amigos todos,
Viejos y grandes amigos:
Tened prudencia y cuidado.
Pasado mañana mismo
Es el Primero de Mayo
De los Humanos malignos
Que gozan con nuestros cuerpos
Por su sabor exquisito.
Los sindicatos obreros
De los ingenuos homínidos
Disfrutan con nuestra carne
A pesar del precio altísimo
Que los restaurantes piden
Por nuestros «bodys» cocidos,
A la plancha, al natural,
O como ordene el capricho.
Cuando acerca ese día
El mar se queda vacío,
Porque los sindicalistas
Se mueren por los mariscos,
Lo mismo los ugeteros
Con su jefe palestino,
Que los de las Comisiones
Obreras, menudo timo.
No dan con un palo al agua
Viven de gorra al unísono,
Y cuando llega el día uno
De mayo, siempre lo mismo.
O muy frescos en las lonjas,
O inmersos en frigoríficos,
Los sindicalistas dejan
La mar, de nosotros, limpio.
Y antes de comernos, cierran
El puño con mucho tino,
Y uno grita «¡Que aprovechen!»
Y todos, con mucho ritmo
Nos despellejan de cáscaras,
Y nos tragan sin respiro,
Mientras quedan en la calle
Los tontos que han acudido
A sus manifestaciones
Sin derecho a los mariscos.
Por todo ello, cuidaos.
Ocultáos en los abismos,
Escondéos tras las rocas,
Extremad vuestro sigilo,
Porque aquel que se distraiga
Puede darse por comido
Por cualquier sindicalista
Con rango de ejecutivo,
Que a los que no tienen rango,
Y les ordenan dar gritos,
Y ondear banderas rojas,
Y hacer nuevamente el indio,
No les permiten después
Saborearnos cocidos
En los buenos comedores
Reservados y exclusivos.
Quien quiera permanecer
En la mar, coleando vivo,
Que no salga. Que ya están
Los sindicatos nutridos
Del dinero de los tontos
Prestos a comer mariscos.
Nos pelan, después mastican
Nuestros cuerpos nutritivos,
Más tarde nos pulverizan
En su sopor digestivo,
Y finalmente, los restos
De nuestros gozos marinos
Se marchan, retrete abajo
Sin respeto y sin destino.
El día primero de Mayo
¡No os dejéis pescar, mariscos!–
Y el gran Jefe Bogavante
Se marchó por donde vino.
En un lugar escondido
En el fondo de la mar
de las Cíes, frente a Vigo.
Convocaba el Secretario
General de los Mariscos,
El Gran Bogavante Azul
Rodeado de sus ministros.
Acudieron de otros mares
Y océanos infinitos
Zamburiñas, y percebes,
Langostas y langostinos,
Cigalas, gambas y nécoras,
Almejas y santiaguiños,
Carabineros, centollos,
Berberechos, vieiras, finos
Mejillones de las Rías
Y cangrejos de los ríos.
El Gran Bogavante Azul,
El Jefe de los mariscos,
Puso el micrófono a tono
Y así habló a los reunidos.
–Queridos amigos todos,
Viejos y grandes amigos:
Tened prudencia y cuidado.
Pasado mañana mismo
Es el Primero de Mayo
De los Humanos malignos
Que gozan con nuestros cuerpos
Por su sabor exquisito.
Los sindicatos obreros
De los ingenuos homínidos
Disfrutan con nuestra carne
A pesar del precio altísimo
Que los restaurantes piden
Por nuestros «bodys» cocidos,
A la plancha, al natural,
O como ordene el capricho.
Cuando acerca ese día
El mar se queda vacío,
Porque los sindicalistas
Se mueren por los mariscos,
Lo mismo los ugeteros
Con su jefe palestino,
Que los de las Comisiones
Obreras, menudo timo.
No dan con un palo al agua
Viven de gorra al unísono,
Y cuando llega el día uno
De mayo, siempre lo mismo.
O muy frescos en las lonjas,
O inmersos en frigoríficos,
Los sindicalistas dejan
La mar, de nosotros, limpio.
Y antes de comernos, cierran
El puño con mucho tino,
Y uno grita «¡Que aprovechen!»
Y todos, con mucho ritmo
Nos despellejan de cáscaras,
Y nos tragan sin respiro,
Mientras quedan en la calle
Los tontos que han acudido
A sus manifestaciones
Sin derecho a los mariscos.
Por todo ello, cuidaos.
Ocultáos en los abismos,
Escondéos tras las rocas,
Extremad vuestro sigilo,
Porque aquel que se distraiga
Puede darse por comido
Por cualquier sindicalista
Con rango de ejecutivo,
Que a los que no tienen rango,
Y les ordenan dar gritos,
Y ondear banderas rojas,
Y hacer nuevamente el indio,
No les permiten después
Saborearnos cocidos
En los buenos comedores
Reservados y exclusivos.
Quien quiera permanecer
En la mar, coleando vivo,
Que no salga. Que ya están
Los sindicatos nutridos
Del dinero de los tontos
Prestos a comer mariscos.
Nos pelan, después mastican
Nuestros cuerpos nutritivos,
Más tarde nos pulverizan
En su sopor digestivo,
Y finalmente, los restos
De nuestros gozos marinos
Se marchan, retrete abajo
Sin respeto y sin destino.
El día primero de Mayo
¡No os dejéis pescar, mariscos!–
Y el gran Jefe Bogavante
Se marchó por donde vino.