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26 de abril de 2024

Vidas ejemplaresLuis Ventoso

No ha desmentido nada, señora Calviño

A la vicepresidenta del Gobierno parece habérsele pegado el rasgo más definitorio de su jefe: una relación elástica con el concepto de verdad

Actualizada 09:48

Nadia Calviño, alta funcionaria de 54 años, que alcanzó el cénit de su carrera en Bruselas porque el Gobierno de Rajoy facilitó su nombre para ocupar la dirección de Presupuestos de la UE, ha defraudado todas las expectativas que la presentaban como una gran técnica.
Para salvaguardar su sillón en un Gobierno cada vez más radicalizado, Calviño se ha ido convirtiendo en una coladera de todas las ocurrencias de Podemos. Además, a pesar de su soniquete altivo y perdonavidas, su hoja de servicios deja mucho que desear: fiasco y atasco con los fondos europeos, la mayor caída del PIB de toda la OCDE durante la pandemia –que todavía no se ha recuperado– y los españoles sufriendo la mayor pérdida de poder adquisitivo entre los ciudadanos de los grandes países desarrollados. Un inolvidable momentazo lo resume todo: estamos ante la fenómena que a comienzos de marzo de 2020, cuando la covid ya obligaba a cerrar todo el norte de Italia, vaticinaba que el coronavirus tendría un impacto «poco significativo» en la economía española.
Si queremos completar el retrato, cabe recordar que Nadia Calviño se ha visto envuelta en una polémica por acusaciones de nepotismo, debido a una operación para emplear a su marido en Patrimonio Nacional sin que el hombre tuviese relación alguna con ese mundo. Se vieron forzados a dar marcha atrás después de que ese movimiento turbio fuese destapado por los medios.
En sus días como líder de la oposición, Sánchez se jactaba de que no admitiría en su equipo a alguien que dispusiese de una sociedad patrimonial. Pues bien, a pesar de su pasión creciente por el socialismo igualitario, Calviño hace doblete. Posee una en Madrid, lo cual ya era conocido, y una filial de la misma en Bruselas, según ha revelado este periódico. No es una cuestión opinable. Es así. Un periodista de El Debate, Alejandro Entrambasaguas, viajó a Bélgica y lo comprobó en sus registros administrativos con papel timbrado. De hecho, no hemos podido saber a qué se dedica actualmente la patrimonial de la vicepresidenta porque esa sociedad disfruta de un régimen opaco en Bélgica.
El economista Javier Maroto, portavoz del PP en el Senado, le preguntó este martes a Calviño en la Cámara Alta por sus sociedades patrimoniales, esgrimiendo ante sus ojos un dosier con las informaciones de El Debate. La pregunta de Maroto fue corta y concreta: «Señora Calviño, ¿es verdad que mantiene operativa en Bruselas una filial opaca de la sociedad que abrió en España? Por favor, conteste». Ante una cuestión así la respuesta es muy fácil: un sí o un no. Aquí resultó imposible. Calviño criticó a Maroto tachándolo de «previsible», se fue por los cerros de Úbeda y al final no aclaró nada, despachando las informaciones como «bulos y mentiras del PP» que «ya he desmentido». No es cierto. No has desmentido nada de nada, porque simplemente no puedes, dado que es así.
Publicar informaciones ciertas no es mentir, querida Nadia. Mentir es engañar a los españoles en el Senado cuando te preguntan por tu sociedad patrimonial en Bruselas (que existe de manera indudable, pues así lo acredita la documentación del Estado belga). Mentir, Nadia, es recetarles a los españoles la igualación socialista a la baja mientras para ti recurres a instrumentos fiscales legales, pero opacos, para pagar menos. Mentir es tachar de «bulos» informaciones perfectamente certificadas. Mentir es negarte a dar tu versión cuando nuestro periodista, cumpliendo con su deber deontológico, llamó a tu ministerio para recabarla.
Desde junio de 2018, fecha en que llegó al poder, Nadia Calviño ha probado que está en las antípodas de la lumbrera económica que nos prometían. Ahora sabemos también que su fibra moral emparenta con la de su jefe. Parafraseando un eslogan de un socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba: «Los españoles merecen un Gobierno que no les mienta».
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