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Cosas que pasanAlfonso Ussía

La rubita extremeña

Yo he votado al PP porque creía que su objetivo político era liberar a España del sanchismo, del socialismo, del terrorismo, del comunismo, y del independentismo. Y me siento asqueado por mi cobardía

Actualizada 01:30

Un partido político debe asumir muchas sensibilidades, siempre que no supongan una agresión a la buena voluntad de sus votantes. El presidente de Extremadura anunció anteayer que abandonaba la política por su victoria derrotada. Ayer cambió de opinión. La señora o señorita Guardiola, candidata del PP a la presidencia de la Junta de Extremadura ha manifestado que prefiere ofrecer a los socialistas la gobernación extremeña a pactar un Gobierno con Vox. La rubita de Extremadura, si no hay reacción en el Partido Popular, se dispone a ceder a los socialistas el Gobierno extremeño para no depender de Vox. En el PP hay gente rarísima. Yo he votado al PP al Parlamento de Cantabria, a pesar del nefasto personaje que preside en La Montaña al partido que casi siempre he considerado más abierto a mis ideas. El nefasto personaje, la señora Buruaga, ha rogado a Miguel Ángel Revilla la abstención para no tener que pactar con Vox. Y Revilla, que es infinitamente más listo que la señora Buruaga ha aceptado el ruego, a sabiendas de que esa estrategia mantiene al PRC en el poder. ¿Hubieran votado los montañeses a la señora Buruaga de conocer sus planes traicioneros? ¿Y los extremeños a la rubita resentida con no se sabe qué o quién, que pudiendo gobernar se abraza al PSOE para impedirse a sí misma y al PP –y a sus votantes– expulsar de una vez de Extremadura al clientelar socialismo? Por ahí se mueven Semper, y la inefable Gamarra, y el sorprendente Margallo –al que mucho estimo personalmente–, portavoz de Soros y de la Agenda 2030. De confirmarse estas actitudes, no seré yo sólo el que se califique como un clamoroso imbécil. Millones de imbéciles como el que firma se sentirán asaltados, agredidos y traicionados por un partido prostituido por sus complejos. Si Vara retoma el poder en Extremadura, la rubita Guardiola experimentará lo desagradable que es pisar la calle y enfrentarse a sus votantes indignados. La jefa de la Oposición de la Junta de Extremadura no tiene derecho al uso del Falcon. Vox es un partido de derechas plenamente constitucional. Más que EH Bildu, más que ERC, más que Podemos, más que la Suma ésa de la Tucana, más que Compromís, más que los herederos de Más, Puigdemont y Pujol, y más que Geroa Bai o las desaparecidas mareas gallegas. Vox es un partido constitucional, monárquico, y depositario de todos los principios y valores del antiguo PP. Y yo he votado al PP porque creía que su objetivo político era liberar a España del sanchismo, del socialismo, del terrorismo, del comunismo, y del independentismo. Y me siento asqueado por mi cobardía. No me siento de Vox, me siento engañado por el Partido Popular. Me siento ridículo y absolutamente innecesario –e indigno– para ejercer mi derecho al voto. No entiendo la claudicación ideológica, patriótica y enfermiza de egoísmo y complejos de este Partido Popular que lo tiene todo para machacar en las urnas al despropósito violento de las ultraizquierdas sanchistas. Está claro que el PP no reacciona porque no desea reaccionar. Y en una situación inmejorable para terminar con la cochambre, algunos dirigentes del PP prefieren la cochambre al pacto con quienes fueron suyos hasta que Soraya y su inferior Rajoy tiraron a la basura los principios y valores del liberalismo y el conservadurismo democrático.

Hemos dado un paso atrás ante el abismo, y los nuestros nos empujan al vacío.

Si gobierna el PSOE en Extremadura y Revilla mantiene el poder en La Montaña, si Cuca y Semper se crecen y Margallo nos obliga a llevar el «pin» de la Agenda 2030, todo se habrá acabado.

España.

Y yo moriré como un gilipollas, o gilipoyas, que la «lle» o la «y» no altera la podedumbre del producto.

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