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18 de mayo de 2024

Pecados capitalesMayte Alcaraz

El Rey, único dique frente al delirio de Urkullu

No corren tiempos fáciles para nadie. Tampoco para nuestra Monarquía, la diana contra la que disparan todos los zarrapastrosos de la izquierda en España

Actualizada 07:20

Después del artículo supremacista de Urkullu y el lanar aplauso del Gobierno, pocas certezas tenemos sobre la continuidad del régimen del 78 que no se contengan en los ojos de la cadete Leonor de Borbón. Ella y su padre son el antídoto contra la incertidumbre y el caos político en el que estamos sumidos. Hace quince días la Princesa de Asturias ingresó en la Academia General Militar de Zaragoza para comenzar su formación castrense. Mientras se constituían las Cortes en la carrera de San Jerónimo, sesión que bien podría haberse confundido con un mercado persa donde los votos se vendían a cambio de concesiones vergonzantes, la primogénita de Don Felipe cruzaba el umbral de la Academia, y su imagen era la mejor vacuna contra la toxicidad parlamentaria, generada tras las elecciones del 23 de julio.
La formación universitaria de Leonor, su instrucción militar, sus sonrisas junto a niños desfavorecidos, sus visitas a centros de asistencia social, su solemnidad en la Fiesta Nacional, no son solo hitos de su todavía corta biografía sino parte de un plan para garantizar que el sistema que alumbramos con la transición se mantenga frente a todos sus enemigos, que en estos tiempos son muy poderosos y están sentados en el Gobierno de España y en decenas de escaños del Congreso. Frente a la reinterpretación de la Constitución –es decir, frente a la derogación constitucional–, está Leonor y un futuro de estabilidad institucional al que acechan todo tipo de peligros, que su padre bien conoce, resumidos en la falta de lealtad institucional del jefe de Moncloa.
Decía Bunbury hace unos días que la vida es aquello que ocurre mientras no tenemos el teléfono móvil en la mano. España es hoy aquello que pasa mientras Sánchez cede ante los separatistas, Urkullu defiende la desigualdad entre españoles, Otegi se ríe de las víctimas de ETA, Francina Armengol mira hacia otro lado cuando se prostituye a menores tuteladas por su Gobierno o Puigdemont se mofa de la cuarta economía de la Unión Europea. Por mucho que hoy todos ellos sean nuestros actores políticos, España tiene más de Leonor que de Puchi, más de nuestras chicas de la selección que de Luis Rubiales, más de las jóvenes que sin complejos van a la JMJ que de las que asaltan capillas sin sujetador.
No corren tiempos fáciles para nadie. Tampoco para nuestra Monarquía, la diana contra la que disparan todos los zarrapastrosos de la izquierda en España. Si al Rey lo convertimos, también los que defendemos la Constitución y el marco legal, en mercancía averiada sobre la que echarnos la política a la cabeza, habrán ganado ellos: los que le insultaron cuando pronunció su histórico discurso el 3 de octubre de 2017 poniendo a los sediciosos en su sitio y los que disfrazados de izquierda constitucional ningunean a nuestra institución más admirable. Si también Don Felipe es chatarra política, habrá ganado Sánchez. Él es el dique. No lo olvidemos por lo que está por venir si, como parece seguro, Feijóo pierde la investidura y el derrotado en las elecciones se asegura cuatro años para implantar por la puerta de atrás un Estado plurinacional.
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