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02 de mayo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Nicolás Redondo se despide del PSOE

«Ni me deben, ni les debo. Y con la libertad de tener la cuenta saldada puedo decir sin que me tiemble la voz que la formación de ningún gobierno y menos las pretensiones de ninguna persona merecen el sacrificio de lo más apreciable que tenemos cada uno de nosotros: la dignidad»

Actualizada 01:30

El mismo día en que Yolanda Díaz aterrizaba de tapadillo en Bruselas para rendir España al prófugo Puigdemont, Nicolás Redondo Terreros publicaba un estremecedor artículo que ha sido poco valorado en los medios de comunicación españoles. El texto se titula, simplemente «Dignidad» y lo leí el domingo en El Diario Montañés, lo que supongo que implica que fue publicado en los diarios regionales del grupo Vocento. No he visto referencias a él en la Prensa de papel madrileña. Ni siquiera en ABC.
Redondo hace un alegato contra una posible amnistía afirmando que «pueden pintarlo como quieran, pero la aprobación de una amnistía hoy será la liquidación del abrazo de la nación del que nació el sistema del 78. ¡Viva la amnistía nueva, muera la anterior! Una vez comprometida la nueva amnistía para los integristas catalanes, todo quedará en entredicho y, como decía el político de la Grecia antigua '…La ciudad –leamos la democracia española– está en manos de desvergonzados y pillos' y ahora sabemos que de delincuentes».
El compromiso de la amnistía a los integristas catalanes del que hablaba el domingo Redondo es el que se dio ayer en Bruselas de manos de una vicepresidente del Gobierno del (todavía) Reino de España. Y eso lleva a Nicolás Redondo, un socialista por el que siento el máximo respeto, un militante que poco tiene que ver con quienes hoy dirigen el PSOE, un socialista vasco que hubiera hecho lehendakari a Jaime Mayor Oreja si la suma de ambos partidos PP y PSOE lo hubiera permitido, Nicolás Redondo Terreros termina su artículo que deberíamos enmarcar con la siguiente conclusión:
«Esta amnistía, que con un gran sentido de humor negro han dado en calificar como alivio judicial, no saldrá adelante con la determinación de buscar la reconciliación entre españoles sino para obtener unos cuantos votos en el parlamento e ir tirando. ¡Un gobierno bien vale una amnistía! No importa lo que en realidad esa decisión suponga, pocas veces he visto que se destruya tanto por conseguir tan poco.
»En otra contorsión paradójica de nuestra historia, el responsable de poner en paréntesis el periodo político más brillante de nuestra historia contemporánea es el PSOE. Porque no será solo Sánchez ni su camarilla; será el PSOE, todo y completo, el que en ese salto acrobático destruya lo que protagonizó.
»Si al final, la llamen como la llamen, se aprueba la despenalización de todo lo que ocurrió aquellos lamentables días en Cataluña, se llevarán por delante, como decía, la legitimidad de las fuerzas de seguridad, la de los jueces y magistrados y también el periodo más brillante de la historia del PSOE. Seguirá llamándose PSOE, pero desde luego no será el partido de los años finales del siglo pasado. No puedo decir si seguirá siendo o no el partido de figuras socialistas significativas de aquel tiempo, pero desde luego el mío no. Aguanté, criticando acerbamente y con razones de peso, el cambio a la carta del Código Penal, pero la aprobación de una resolución jurídica de esta naturaleza, para políticos fugados de la justicia española, convierte en irreconocible el partido al que me afilié hace más de cuarenta años. Ni me deben, ni les debo. Y con la libertad de tener la cuenta saldada puedo decir sin que me tiemble la voz que la formación de ningún gobierno y menos las pretensiones de ninguna persona merecen el sacrificio de lo más apreciable que tenemos cada uno de nosotros: la dignidad.»
Es difícil abandonar un partido en el que has militado durante cuatro décadas y hacerlo con más señorío que este hijo de un obrero del metal que, como lo hiciera su padre, ha buscado el entendimiento entre los españoles defendiendo legítimamente sus ideas políticas de las que yo discrepo. En un partido vivo, el abandono que anuncia Redondo en ese artículo y que ya es inevitable, causaría una conmoción. En el PSOE no la genera porque ya es un partido muerto. Un partido unipersonal. Y donde solo manda uno, por definición no es un partido. Es, solamente, una persona.
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