Fundado en 1910

05 de mayo de 2024

HorizonteRamón Pérez-Maura

Una España de charanga y pandereta

Recuerden todos los fieles aliados de Sánchez como lo era Rubiales, cómo los empleará un día para limpiarse sus vergüenzas

Actualizada 01:30

Me he resistido mucho, muchísimo, a comentar nada de Luis Rubiales por la simple razón de que es el caso más zafio de tergiversación de la opinión pública que hemos visto en España desde que se estableció la Monarquía constitucional en 1978. Confieso que no me gusta el fútbol. No digo ya el fútbol femenino, digo cualquier balompié. Cuando tenía 12 o 13 años fui socio infantil del Rácing de Santander. Más que nada lo fui porque me parecía que lo de ir al fútbol era una actividad «de mayores». Lo que luego veía en los Campos de Sport del Sardinero, me aburría bastante y la afición desapareció irreversiblemente cuando a los 14 años me enviaron al colegio a Inglaterra.
Ese abandono no ha variado con el surgimiento del fútbol femenino, que me genera exactamente el mismo interés que el masculino. Huelga decir que por más que me alegrara la victoria de los españoles en la final de Australia, no le dediqué ni un minuto. Y, desde entonces estoy deslumbrado por esta atención mediática que ha logrado que la victoria femenina haya pasado a segundo plano por algo que dudo que pueda llegar a considerarse un abuso, no digamos ya una agresión.
En esta hora es muy importante hablar de esto y no de lo que Sánchez y los suyos están negociando bajo la mesa con los independentistas. Por cierto, recuerden todos los fieles aliados de Sánchez como lo era Rubiales, cómo los empleará un día para limpiarse sus vergüenzas. Que es exactamente lo que ha sucedido con este Rubiales cuya santa madre, se encierra en una Iglesia en huelga de hambre por la agresión mediática a su hijo. No hay mejor imagen de la España de charanga y pandereta. Es verdaderamente de Berlanga.
Tenemos infinidad de ejemplos de la doble moral de la izquierda. Cómo hay que denunciar ciertos casos e ignorar otros. Ignorar y tapar con hormigón para que nadie hable de ellos en los medios. ¿Recuerdan a Pablo Iglesias diciendo que azotaría a Mariló Montero hasta provocarle sangre? ¿Cuál fue la reacción de Pedro Sánchez, Al Rojo Vivo y El País? El silencio sepulcral. Y no fue dicho en un arrebato de euforia por ser campeones del mundo. Fue un comentario pausado y pensado. Algunos tienen barra libre para agredir a mujeres. Y hay otro caso que nunca olvido. De mucha más trascendencia.
En 1995, no hace un cuarto de siglo todavía, había un presidente progresista, gran defensor de las mujeres y de una nueva izquierda reformista que acabara con el legado conservador de Ronald Reagan y George Bush padre. Se llamaba Bill Clinton. Aquel adalid del progresismo universal se llevó al Despacho Oval a una becaria llamada Monica Lewinsky y no le dio un piquito. Le dio otra cosa. Y la becaria se fue a su casa con la mancha del semen presidencial que ella escupió sobre su propio vestido. Y en el proceso de destitución –que no prosperó– Clinton fue preguntado si había mantenido relaciones sexuales con Lewinsky. Y como no podía mentir –lo que le hubiera costado el cargo con seguridad– respondió al fiscal pidiéndole que definiese «qué es tener sexo». Comparado con Bill Clinton, Luis Rubiales, por quien siento un enorme desprecio, es un santo varón. Y Clinton sigue siendo un héroe de la izquierda internacional. Esa izquierda que sigue buscando abusos de menores de hace medio siglo. Lo de Clinton fue hace mucho menos. Hagan memoria, por favor.
Comentarios
tracking