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28 de abril de 2024

Ojo avizorJuan Van-Halen

España despertará

Y cuando España despierta es implacable. Sánchez buscará una salida personal por esos mundos porque aquí no podrá salir a la calle

Actualizada 01:30

España está dormida. Se halla en un sopor sin precedentes cercanos. Se aprovecha de la situación un tipo sin principios y sin escrúpulos que se ha ganado a pulso el título de campeón de la mentira y de la trampa. Sin embargo, últimamente le he escuchado una verdad: que no convocaría elecciones para que no ganara la derecha. Y lo dijo ante la cúpula de su partido. Remedió el desliz con una mentira y ante el Rey aseguró a la Princesa de Asturias «la lealtad, el respeto y el afecto del Gobierno» al tiempo que tres ministros de ese Gobierno y más de medio centenar de diputados de sus socios filocomunistas no asistían al solemne acto en el Congreso y la inefable Ione Belarra declaraba: «Vamos a trabajar para que Leonor nunca sea Reina» coincidiendo con Irene Montero. Que estas dos ignorantes sean ministras del Reino de España también se lo debemos a Sánchez y a sus apuros para llegar a Moncloa. Un prólogo a la entrega ignominiosa que vivimos hoy.
Francesco Guicciardini, considerado uno de los padres de la historiografía, filósofo, embajador de la Florencia de los Medici ante el Rey Fernando el Católico, dejó páginas inteligentes sobre aquella Corte y aquel tiempo, desde su cercano trato con el Monarca, en Relazione di Spagna. Ahora resulta amargo leer a Guicciardini porque la unidad de esfuerzos y de destino que él admiraba en aquella España creciente de 1511 desde su visión del complejo puzle italiano es, cinco siglos después, una realidad puesta al servicio del mejor postor. No es que los independentistas se cuestionen si España es o no es, lo cuestiona el propio presidente del Gobierno que alimenta el riesgo cierto de la fragmentación, apuesta por ella y, de hecho, promueve que se desdiga a sí misma. Y sólo por su conveniencia personal.
En España los nacionalismos fueron la desembocadura desbordada de los razonables regionalismos, con el romanticismo al fondo; más sentimiento que estrépito. La inmensa mayoría de las regiones no fueron más allá de las tradiciones, de la lengua y de los llamados hechos diferenciales que, además, venían de atrás y nunca habían representado exclusiones o rupturas. Esos nacionalismos iniciales tomaron pulso en épocas de decadencia española. En Cataluña, sobre todo, como reconoció Cambó, bebieron también de la rápida y creciente riqueza entendida como superioridad. En contra del proclamado victimismo, Cataluña siempre fue una región mimada por los Gobiernos nacionales, destinataria de grandes inversiones, con sus industrias protegidas y su economía primada. Apuntalaba sus delirios en un Estado que sólo había existido en los sueños de algunos avispados.
Tras el desastre del 98, los nacionalismos románticos crecieron, se tensaron y se convirtieron, ya sin careta, en potenciales independentismos. Otra vez aprovecharon la debilidad de una España noqueada, desnortada y sin pulso. Los nacionalismos tomaron fuerza aprovechando la debilidad de Gobiernos nacionales pusilánimes, sin valores, que en ocasiones ponían en duda el mismo concepto de nación. Es lo que, agravado, vivimos hoy. A cambio de apoyos parlamentarios inmediatos, ya en el cercano pasado, se concedían privilegios a quienes se habían inventado una Historia fabulosa.
La actitud de los socialistas y de su partido venido a menos, gregario, errático, que no sobrevivirá al egocentrismo de Sánchez, ha traspasado todos los límites. También los de la dignidad. Es una máquina de asentimientos que no ve más allá de sus salarios. Pero eso no es eterno, no tiene futuro. España saldrá adelante como ha salido de tantos Sánchez que soportó a lo largo del tiempo. Personajillos embaucadores, sin principios y alzados sobre sus egos. Este Sánchez, trilero y mentiroso, que ha engañado a sus votantes, nos afecta directamente porque es el que nos toca padecer, pero los amantes de la Historia sabemos que no es el único ni acaso será el último.
España despertará. Y cuando España despierta es implacable. Sánchez buscará una salida personal por esos mundos porque aquí no podrá salir a la calle. Y los palmeros que le han seguido desoyendo el alegato de sus conciencias quedarán huérfanos de bicocas y señalados en sus pueblos y ciudades. Esto lo viviremos. Por eso confío, como tantos españoles, en que nuestra Historia no volverá a escribirse desde el chantaje de media docena de votos de quienes no creen en España. Sean presidentes de Gobierno o fugados de la Justicia.
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