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02 de mayo de 2024

Unas líneasEduardo de Rivas

Independencia ya

¿Cuántos tramos del AVE a Extremadura se habrían construido con los 15.000 millones de euros que se van a perdonar a Cataluña? ¿Cuántos médicos se habrían contratado en Madrid, donde la izquierda critica la situación de la Sanidad?

Actualizada 01:30

Cataluña es ahora mismo ese niño pequeño que grita en un restaurante y al que sus padres le dan un iPad para callarlo. El problema es que cuando no hay iPad, el niño vuelve a patalear y no deja comer tranquilos ni a sus padres ni al resto. Igual que esos padres, Sánchez trata de contentar con presentes a los independentistas catalanes, que un día se revolverán para exigir más de lo que ya les han dado.
La hoja de ruta hacia el independentismo es clara y Sánchez ha ido facilitando cada una de sus etapas. Eliminó la sedición, modificó la malversación, concedió los indultos y está a punto de condonar la deuda y de aprobar la amnistía. Solo falta convocar algún tipo de consulta a modo de referéndum de independencia. Tiempo al tiempo.
Siendo realistas –y un poco pesimistas–, Cataluña será independiente en un plazo de unos 20 o 30 años, así que todo el empeño que pongamos en intentar evitarlo acabará siendo una pérdida de tiempo. La única manera de frenar lo inevitable sería un gran acuerdo a largo plazo entre los principales partidos para tratar de recuperar el relato: aplicar durante décadas el artículo 155 de la Constitución, para así restablecer la educación y la televisión pública, entre otras cosas. Es el único clavo al que se podrían agarrar los españoles para garantizar la unidad, pero eso es algo que nunca va a pasar.
Ante esta situación inevitable, lo mejor es cortar por lo sano, igual que hacen los médicos con la gangrena. Mientras Cataluña siga formando parte de España, exprimirá al máximo a ese Estado en el ni cree ni confía, le sacará los cuartos y recibirá toda una serie de beneficios a cambio de que no se vaya, pero la situación seguirá siendo la misma.
Hasta que ese día llegue, los que sufrirán serán el resto de los españoles, que verán cómo su Gobierno se centra en una comunidad que no quiere formar parte del Estado y que recibe todos los beneficios. ¿Cuántos tramos del AVE a Extremadura se habrían construido con los 15.000 millones de euros que se van a perdonar a Cataluña? ¿Cuántos médicos se habrían contratado en Madrid, donde la izquierda clama al cielo por la situación de la Sanidad?
Por eso es mejor dejar de intentar convencerles con beneficios e invitarles a cumplir sus amenazas. Si quieren la independencia, que la voten y que dejen de exprimir al Estado si sale aprobada. Pero que tengan claro entonces que dejarán de ser españoles, que dejarán de ser europeos, que la mayoría de empresas huirá de Cataluña y que el Barça jugará contra el Sabadell en vez de contra el Madrid.
Aquellos padres pudieron frenar a ese niño malcriado que gritaba en el restaurante, pero optaron por darle caprichos en vez de mandarlo callar. Y ahora el niño tiene un iPad, un iPhone y un coche nuevo, pero sigue dando guerra. Igual que el independentismo catalán gracias a Sánchez.
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