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29 de abril de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Mis viejos tebeos

En la noche de ayer, me entregué a mis tebeos del western, y pasadas varias horas tenía los ojos como platos. ¡Qué maravilla!

Actualizada 01:30

Hoy toca relajamiento. Escribo para los lectores de El Debate con, más o menos, las mismas lunas que yo. Una barbaridad de lunas. Doce lunas llenas por año, según me han dicho los sabios. Días atrás, en un mercadillo, me topé con un puesto de libros de segunda y tercera mano. También vendían tebeos de mis tiempos de niño. Los españoles Capitán Trueno y Roberto Alcázar y Pedrín, y los mexicanos de la Editorial Novaro con los héroes del oeste americano. Sus protagonistas eran todos intérpretes y autores de canciones «country», y sus portadas son estremecedoras de cursilería. En el interior, sólo héroes. Roy Rogers, Gene Autry, Rex Allen, Hopalong Cassidy, El Llanero Solitario y Red Ryder. El sonido de los disparos «bang, bang». Cuando la bala no daba en el blanco «ziing»; si el montículo en el que el malo aguardaba al bueno para darle matarile, y con antelación al disparo, el montículo se pulverizaba por un corrimiento de tierras –oportunísimo– y se precipitaba hacia el suelo, «rrruuumble». La niña, hija de los ganaderos buenos llora porque los malos se han llevado a su padre. Roy Rogers consuela a la hija afligida mientras ella llora, «snif,snif» ( sollozo, sollozo). La rama seca y caída que pisa el malo y alerta al bueno, «crash». El malo dispara y falla, pero el bueno responde y acierta. El malo grita «Ayy». El bueno duda. No acierta a decidir la senda que debe seguir para encontrar las pistas que ha dejado el malo. «Ejem, ejem». Tesoro onomatopéyico.
Y los caballos. El de Roy Rogers, Tigre, el de Gene Autry, Campeón, el de Rex Allen, Koko, el de Hopalong Cassidy Topez –un nombre muy raro para un caballo–, el de Red Ryder, Papoose, y el del Llanero Solitario, Plata –Silver–, que en ocasiones era animado por su jinete en versión bilingüe, «¡Hi-joo, Silver, away!» ó «¡Arre, Plata, adelante!». El caballo de su amigo indio, Toro, respondía al nombre de Scout. Y Toro le decía al Llanero, siempre con su antifaz y sus balas de plata, «Kemo Sabay». El primer Llanero Solitario se inspiró en el actor y cantante Clayton Moore, que por su aspecto, en la vida familiar e íntima, tenía que resultar un tostón al cuadrado, un pelma multiplicado por diez pelmazos, si bien con el antifaz, resultaba de lo más agradable. Donde ponía el ojo, situaba su bala de plata, y ese detalle contra los malhechores, forajidos y cuatreros era muy de agradecer.
Por compromiso, estoy leyendo un libro que es un bodrio. Un bodrio muy útil por las noches, porque leídas a trompicones de ojos dos páginas, el sueño reparador me invade sin necesitar de orfidales o lexatines.
Pero en la noche de ayer, me entregué a mis tebeos del western, y pasadas varias horas tenía los ojos como platos. ¡Qué maravilla! Siempre los buenos vencen a los malos, siempre los leales a los traidores, siempre los limpios a los sucios, siempre los caballos de los justos corren más que los caballos de los cuatreros, los pistoleros y los traidores. La realidad tendría que ser así. Me figuré, ya apagada la luz de la mesilla de noche, en Roy, Rex, Gene, Hopalong, Red, el Llanero y Toro, persiguiendo por las inmensas llanuras de California, Texas y Nuevo México, a los truhanes que hoy desean destrozar España, la nación que fue soberana en aquellos infinitos territorios. Y los sueños, sueños son, y como tales, ajenos a las leyes y a las acusaciones de delitos. «¡Roger, por ahí escapa Sánchez!»
«¡Gene, el que se escapa a gatas es Puigdemont! ¡Rex, el que galopa y ha perdido el sombrero es Bolaños! ¡Red, tírale el lazo a Pumpido! ¡Hopalong, la mala que huye sobre la mula es Yoly! Sí, la que se abraza a la mula, la besa y la mula rechaza!. ¡Kemo Sabay, el cuatrero que intenta disimular, es Pachi López!».
Y ni qué decir, lo bien que he dormido, soñando.
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