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Desde la almenaAna Samboal

Pedro quiere ser Suárez

Los impuestos los pagan las personas. Y, en contraprestación, tienen derecho a recibir, vivan dónde vivan, en función de sus circunstancias particulares, los mismos servicios del Estado

Actualizada 01:30

Nuestro presidente ha decidido que España sea federal. Ya lo es. Lo que será, si se consuma su acuerdo con ERC, es el germen de una nación confederal. Y eso no lo puede decidir el jefe del Ejecutivo, por muchos privilegios que se arrogue como marido de Begoña o por mucho abogado del Estado que ponga a su servicio, sino que compete a todos los españoles. La Constitución no ampara una modificación de la estructura del Estado fraudulenta y por la puerta de atrás, que es el fin último que persigue la banda de Junqueras: el concierto a la catalana dinamita el derecho fundamental a la igualdad entre los ciudadanos, roto ya en la Ley de Amnistía, vulnera el principio de cohesión entre territorios y revienta la progresividad del sistema fiscal.

Los impuestos los pagan las personas. Y, en contraprestación, tienen derecho a recibir, vivan dónde vivan, en función de sus circunstancias particulares, los mismos servicios del Estado. Sin embargo, siguiendo la lógica independentista, los que más aportan a Hacienda, que, normalmente, son los que menos demandan, puesto que pueden financiarse educación o sanidad privadas, podrían declararse insumisos en la próxima campaña del IRPF. Tirando por elevación: si Madrid o Baleares, los grandes contribuyentes junto a Cataluña a la caja común, reclaman el café para todos, a ver quién costea, por míseras que sean las dotaciones que reciben, los colegios en Zamora, el tren a Badajoz, la presencia de la Guardia Civil en Barbate o el presupuesto de Defensa.

El pacto entre Sánchez y Aragonés ni siquiera acabará por beneficiar a los residentes en Cataluña. La torpeza supina de sus dirigentes en la gestión de los dineros es de tal magnitud, que, después de beneficiarse de décadas de mal disimulado privilegio, siguen sin llegar a fin de mes. No sólo dilapidan el dinero en ensoñaciones independentistas y comisiones del 3%, es que tampoco parecen ser capaces de administrar con eficiencia lo que resta de las coimas. De otro modo, no se entiende que el Gobierno de Rajoy tuviera que correr presto a rescatar de la quiebra a la Generalitat apenas unos años después de que Zapatero se rindiera a la presión de Puigcercós para imponer el actual bodrio de sistema de financiación autonómica.

En su afán por pasar a la Historia o en una simple huida hacia delante, Pedro Sánchez pretende inaugurar una segunda Transición haciendo bueno el trágala al que le someten los independentistas e imponiéndoselo a los socialistas. Ahora, se rasgan las vestiduras, pero habrá que coger palomitas para deleitarse con el espectáculo, porque acabarán no sólo por ratificar los deseos de su líder, sino también haciendo proselitismo ante las cámaras. Pero, si tan seguro está de que es lo mejor para España –como proclama– no debería temer una campaña electoral para persuadir a los sufridos paganinis de la fiesta y convocar un referéndum para ratificarlo.

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