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LiberalidadesJuan Carlos Girauta

Pequeñeces de Albares

Pero, ínfimo y opaco, no quiere revelar cuánto de nuestro dinero ha regalado a Unrwa. La transparencia le obliga a hacerlo, pero él mengua y mengua, el rostro pétreo; se zafa y alcanza al fin un estado subatómico. Y ahí le perdemos la pista

Actualizada 01:30

El pobre Albares es una paradoja andante. Por un lado no tiene el menor interés, por otro lado no dejaría uno de glosar sus naderías, chorradas y engreimientos. Comprendo que esto pueda confundir al lector. ¿Tiene o no tiene interés el pobre Albares? ¡No! Cualquiera tiene más interés que él. Te pones en modo siesta si ves su rostro en pantalla, y concilias el sueño directamente si le escuchas. Y sin embargo… es una mina para el columnista, pues sus pequeñeces fascinan al lector. El lector es soberano sobre su atención, solo nos pide que sepamos hacer el rabo de la o y que no les aburramos. El columnismo no es fácil porque el público habita un mundo borroso y casi imaginario para nosotros. Sus únicas extensiones materiales, ¿son acaso representativas? La señora que te felicita por la calle, o el obseso que elabora largos textos enfermizos para criticarte, con lo fácil que es ignorar las firmas que no te gustan. Todo nos deja en la duda.

Cuento estas interioridades profesionales para que se aprecie en su justa medida la pericia que exige llegar a una certeza absoluta sobre el interés de algún asunto para los lectores. Y en este punto debo insistir: todo lo que Albares tiene de diminuto en lo político, en lo moral, en lo profesional y en lo intelectual lo tiene de imán para el público. Lo que esta atracción conlleve de cara al uso personal del lector es tema diferente en el que no entraré. Yo no sé si las cosas que contamos de Albares, como lo último que trae Naranjo, sirven a la indignación a la hora del café en el despacho, a la anécdota pintoresca que el padre de familia refiere durante la comida del domingo, o a la chanza imparable entre amigos gamberros ante unas copas, cuando lloras de risa, te duele el estómago de risa, te ahogas de risa y pides que paren, que paren por favor con Albares, que no puedes más. Es lo que tiene Albares. Sí, ya sé que es un misterio, como los ovnis. Pero ahí están ellos y él.

Lo de Naranjo nos deja un retrato bastante familiar del pobre Albares. Reconoce que le dan nuestro dinero a la siniestra Unrwa, nido de buitres que usa su condición de agencia de la ONU para sembrar el odio antisemita en los colegios de Gaza, para esconder bajo los hospitales y escuelas de Gaza arsenales de los terroristas, para entregarse una parte de sus miembros de forma directa al terrorismo. Todo esto lo sabe el pobre Albares. Todo esto lo ampara pese a reconocer las conexiones terroristas de la muy prescindible agencia para los falsos refugiados y para el terrorismo judeófobo. Pero, ínfimo y opaco, no quiere revelar cuánto de nuestro dinero ha regalado a Unrwa. La transparencia le obliga a hacerlo, pero él mengua y mengua, el rostro pétreo; se zafa y alcanza al fin un estado subatómico. Y ahí le perdemos la pista.

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