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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Ausencia de talento

Ahora, en los parlamentos españoles –que son muchos además del Congreso de los Diputados y el Senado– los políticos conforman una estupefaciente reunión de analfabetos, con alguna excepción, claro está

Actualizada 01:30

A principios del siglo XX se editaban en España más de 300 publicaciones de literatura satírica, festiva o cachonda, a elección del lector. Los poetas se sometían a la métrica y la rima, el cuerpo y el alma de la poesía. Nació la fácil moda de la poesía libre de métrica y rima, y surgieron miles de poetas que no tenían ni idea de lo que significaba el esfuerzo del buen escribir. Sucede lo mismo en la política. Para ser parlamentario se exigía una generosa propiedad de conocimientos y estudios. Generosa porque no era una exigencia excesiva. Ahora, en los parlamentos españoles –que son muchos además del Congreso de los Diputados y el Senado– los políticos conforman una estupefaciente reunión de analfabetos, con alguna excepción, claro está. Atender a las Montero, la Díaz, la Alegría, la Belarra, y a los cachivaches masculinos de los partidos políticos, es brutal. Todo son mentiras y oquedades intelectuales. En el franquismo, los llamados 'procuradores' eran gentes de educada obediencia, pero de obediencia culta. Y saltaban los sarcasmos y la mala uva, cuando el rigor lo demandaba. Un gran triturador de la obediencia fue Jesús Fueyo, que interrumpía a sus colegas cuando, desde la tribuna de oradores, se extralimitaban de tiempo en el uso de la palabra. Y como no existía el buenismo, la estupidez woke que hoy nos abruma, hablaban con mucha más libertad que los borreguitos de ahora. Así que un procurador, con gran mérito y sobrados estudios, se excedió en la prédica elogiando su modesto origen. El hombre era poco agraciado, tenía una pierna más corta que la otra, la cabeza muy voluminosa y su mano izquierda, contraria a la normalidad de la naturaleza, presentaba seis dedos en lugar de los cinco reglamentados. Y en un momento de emoción durante su homilía, dijo textualmente. « Porque yo, que me hecho a mi mismo»… Y Fueyo desde su escaño, le interrumpió de esta guisa: «Pues ya podría haberse esmerado un poco más Su Señoría». Y no sucedió nada. El presidente de Las Cortes le llamó a su despacho y le dio un repaso de urbanidad y buenas maneras. «Fueyo, usted se ha pasado. Le ordeno que no vuelva a humillar a un compañero con tan acertada e impertinente crueldad». –Señor presidente, he sido caritativo. Porque el procurador no es el más feo de su familia. Y Juanito Pérez Creus, el estupendo poeta satírico lo ha dejado claro en uno de sus epigramas no publicados. Pérez Creus, que fue 'Maese Pérez', Pájaro Pinto – su andadura poética la finalizó en el «Sábado Gráfico» de Eugenio Suárez–, dejó en el Gijón una cuartilla al respecto.

No es tan feo como dicen
Don Vicente de Lampárez y Larrea.
Doña Blanca de los Ríos de Lampárez….
Es más fea.

En España, los poetas satíricos están en trance de extinción. Hay un poeta epigramático fabuloso, bilbaíno, siempre audaz, certero y lejano a la grosería, que firma en las redes de Munsk como «Monsieur Sans Foy», que es un auténtico creador de talento satírico. Y está, también estupendo, algo más áspero pero con gran ingenio y dominio de las exigencias poéticas, Dom Josepho, que se lo disputarían los editores, como a Sans Foy, cuando el ingenio era libre. Joaquín Sabina puede escribir, y lo hace, magníficos poemas satíricos. No siempre la poesía satírica se endemonia en la política y los abusos del poder. También se escribe como una mera diversión sin trascendencia alguna, para combatir la majadería y la amargura. De Eduardo Manzanos, en su tertulia estival de Las Arenas de Guecho.

Dice Juan Mandalúniz de Pisón
Que el río más bonito es el Nervión.
Por su parte, Iñaqui Errandonea
Afirma que es más bello el Urumea,
Y Pepe Echevarría Zuberoa
Que no hay río mejor que el Bidasoa.
En cuestiones de ríos y de rías
Dicen los vascos muchas tonterías.

Alarde de avispas sin aguijón doliente. Los medios de comunicación tienen que salvar de la extinción a los últimos poetas de la sonrisa. En este periódico, El Debate, cuando se leían sin dificultad los comentarios de los lectores, muchos de ellos asombraban por su talento, y otros tantos, por su escasa formación poética. La poesía satírica va unida a la Historia de España. Y a la política, y a la denuncia de los abusos y las mentiras de los gobernantes, y a la vanidad y la exposición en el ridículo a los poderosos.

He mostrado tres ejemplos muy superables, más humorísticos que satíricos. Tenemos que sonreír, sin pretender llegar a emular a Marcial, Baltasar del Alcázar, Quevedo, Villamediana, Góngora o Manuel del Palacio. Hay que impedir su extinción, que tan afanosamente buscan – casi lo han conseguido–, los sinvergüenzas de la política y los periodismos subvencionados.

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