Todos somos judíos para la élite progresista
La tendencia del autodenominado «progresismo» a indultar al leninismo va pareja de la equiparación entre Hitler y Franco para acabar situando a Trump como principal peligro contemporáneo, muy por encima de Putin o Maduro
No pocos han aprovechado el aniversario de la liberación de Auschwitz para comparar el Holocausto diseñado y ejecutado por los nazis contra los judíos con el «genocidio» que, a su entender, comete Israel en tiempo real contra Gaza. Son los mismos, o casi, que prescinden de incluir al comunismo soviético en la misma estantería o similar que al Reich de Hitler, como si hubiera exterminios tolerables o menos repudiables.
Esas complicidades han estado siempre, y perduran, inspiradas en la frase atribuida a Stalin por el gran Martin Amis en Koba el terrible, una lectura obligatoria para quien quiera entender el juego de silencios, dobles varas e inmundicia histórica que caracteriza esa indulgencia: «Un muerto es un drama, veinte millones, una estadística».
La tendencia del autodenominado «progresismo» a indultar al leninismo va pareja de la equiparación entre Hitler y Franco para saltar, desde ahí, a otro tirabuzón espeluznante, con el que sitúan a Trump como principal peligro contemporáneo muy por encima de Xi Jinping, Putin o Maduro y, desde la misma jaula mental, consideran a Israel culpable de que lo quieran aniquilar Irán, Hamás, Hizbulá y todas las marcas blancas del mismo integrismo.
Y no es muy distinto universo ideológico que también da para desatar apocalípticas batallas en el seno de sociedades pacíficas, ondeando distintas banderas tribales sobre el género, la raza o la orientación sexual al objeto de estabular a un bando propio y generar un enemigo ficticio; mientras se mira para otro lado con la colonización occidental desde latitudes bien necesitadas de una reeducación que aquí solo se imparte, con talibanismo puritano, a quienes salen aprendidos de casa.
La trivialización de la Shoah, que lo mismo se utiliza contra Netanyahu que se incluye desde el Gobierno de España en ese monumento al cainismo barato que es el carnaval antifranquista de Sánchez, es otro indicio del declive europeo como espacio de prosperidad económica, vanguardia intelectual y osadía política; valores hoy sustituidos por el intervencionismo público confiscatorio, la reacción cultural en nombre de causas supuestamente avanzadas y el miedo a todo, que es la garantía de que todo te atropelle.
En ese delirio, que entrega fotos como la de tanto activista LGTBIQ+ celebrando sus guateques con una camiseta con el rostro de ese cruel homófobo que fue el Che Guevara o tanta feminista campanuda perorando contra el hombre blanco mientras a su vera prolifera el burka o tanto ecologista de asfalto agrediendo al sector primario mientras Rusia bate récord de exportación de gas; la falta de sensibilidad hacia el crimen en masa más perverso ejecutado nunca por el ser humano y el único que buscaba la desaparición completa de un pueblo, es perfectamente coherente: a nosotros nos preside un personaje que recibe felicitaciones de Hamás o Bildu pero no puede salir sin escolta a la calle. A quién le va a declarar la guerra si no es al pobre ciudadano, una nueva especie de judío.