República Dominicana
¿Qué tiene Santo Domingo que tanto interesa a tanto socialista y tan poco les gusta hablar de ello?
Aunque el socialismo postmoderno de Pedro Sánchez viaja con frecuencia a la República española, un desastre en su primera versión y un horror en la segunda, la que de verdad alimenta sus sueños es la dominicana.
Ahora que la Fiscalía ha archivado en tiempo récord la denuncia de un ciudadano sobre la supuesta existencia allá de cuentas corrientes repletas de dólares a nombre de Begoña Gómez, María Jesús Montero y Sonsoles de Zapatero, tras haber investigado los presuntos hechos por tiempo no superior a los cinco minutos ni inferior a los 30 segundos; puede y debe formularse la pregunta sobre la afición dominicana y en su defecto venezolana de tanto socialista ilustre.
Lo que sabemos hasta ahora no permite instruir una causa general, pero sí al menos establecer una línea cronológica y secuencial de hechos concatenados, a la espera de que alguien con mando en plaza judicial tenga a bien darle una explicación y despejar las dudas o confirmar las sospechas.
Porque, con el permiso de Venezuela o en conexión con ella, la realidad es que casi todos los caminos sinuosos, por tierra o aire, conducen a Santo Domingo: alí viajaba el hermano de Koldo a lavar y entregar dinero de procedencia probablemente ilegal; allí ha aterrizado el Falcon con distintas excusas o ninguna explicación más veces que en Bruselas o en La Palma; allí ha viajado la UCO para investigar la naturaleza de las cuentas bancarias y el flujo de movimientos de Víctor de Aldama; allí ha puesto el ojo el propio «nexo corruptor» para preguntarse con malicia por la reiterada presencia del avión presidencial; allí ha celebrado el propio Pedro Sánchez reuniones de la Internacional Socialista en compañía de su amada Begoña; allí se ha detectado la existencia de sociedades instrumentales de origen español cuyo único cometido parece ser el trasiego de dinero; allí ha desarrollado negocios inmobiliarios y turísticos la misma empresa señalada en rescates millonarios, patrocinios universitarios y negocios gubernamentales varios y allí, por no alargarnos en una lista interminable, está casi empadronado el misterioso José Bono y se refugió el besucón Luis Rubiales, dos insignes miembros de la cofradía socialista menos discreta.
Si a esto le añadimos que a no muchas millas de allí aparece otro misterioso destino habitual de prebostes como Zapatero, la Venezuela de la «revolución bolivariana», y que en ese país sometido a uno de los peores caciques de nuestro tiempo todo lo que ha hecho el Gobierno es mirar para otro lado y tolerar la comisión de todo tipo de chanchullos, tropelías y atropellos; hasta el más inflamado de los sanchistas convendrá que, cuando menos, hay materia para preguntarse qué demonios pasa al cruzar el Atlántico.
Ahora que no queda mucho para conocer las conclusiones que ha debido alcanzar la misión de la UCO desplazada a Dominicana y los papeles que Aldama posee en relación probablemente al contubernio sanchista con Delcy Rodríguez; quizá estemos más cerca de desentrañar un enigma que no da aún para emitir condenas preventivas, pero sí para formular preguntas implacables.
¿Nos puede decir alguien qué pinta allí José Bono desde hace años? ¿Por qué hay tantos vuelos cuya tripulación y objetivo son insólitamente desconocidos? ¿Cuáles son los intereses personales de Zapatero en la zona y por qué Sánchez le presta siempre amparo por acción u omisión? ¿Cómo pudieron hacer negocios con el régimen chavista el embajador de España en Caracas y su hijo? ¿Qué llevaba Delcy en el bolso y por qué todo el Gobierno, en compañía de Aldama, le preparó una visita por todo lo alto frustrada en el último momento entre mentiras y trampas? ¿Cuáles son los patrocinadores, si existen, de la Internacional Socialista desde que el nerviosísimo Sánchez se empeñó en presidirla? ¿Tiene alguien de este listado, o de sus aledaños, propiedades, cuentas o empresas en alguno de los dos destinos y, ya puestos a pedir, en Marruecos?
Las preguntas nunca prejuzgan la respuesta, pero el silencio sí delata un poco a quienes callan. Y con tanto lenguaraz en tantos frentes superfluos, solo cabe esperar que quienes sí pueden formularlas sin posibilidad de desprecio, que son los tribunales, lo hagan a no demasiado tardar. Y así salimos de dudas.