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Trump tiene razón con Harvard

¿Por qué tienen que sufragar los ciudadanos americanos a esta elitista e izquierdista universidad que no respeta el pluralismo y la igualdad?

Actualizada 01:30

Clama la izquierda mundial que Trump ataca a la Academia, como si sus exigencias a Harvard y a las universidades de élite para seguir otorgando fondos federales fueran un ataque a la enseñanza y a la libertad. Cuando lo que está ocurriendo es justamente lo contrario, y desde hace muchos años. Lo escandaloso en este asunto es que nadie haya puesto freno antes a la deriva ultraizquierdista y antiigualitaria de las universidades de élite americanas, comenzando por Harvard. Y que tienen una inmerecida imagen positiva en todo el mundo, cuando la realidad es la de figuras como Claudine Gay, la anterior rectora de Harvard, quien, cuando le preguntaron en diciembre de 2023 en la Cámara de Representantes si le parecía correcto pedir el genocidio de los judíos, tal como habían hecho sus estudiantes, contestó que «depende del contexto». Poco después tuvo que dimitir, cuando se le descubrieron plagios en la mitad de sus artículos publicados, y es que en Harvard se plagia como en la Moncloa.

Harvard, como el resto de universidades de élite americanas, tiene graves problemas con los principios fundamentales de libertad, pluralismo e igualdad. Además de un extendido antisemitismo, protagoniza constantes acciones de cancelación contra quienes no se atengan a los principios ideológicos izquierdistas y ultraizquierdistas que dominan en esta universidad. Cómo será la cosa que la Foundation for Individual Rights and Expression la ha colocado por segundo año consecutivo en el último lugar de las universidades americanas en libertad de expresión. A lo que se suman los llamados programas DEI, de Diversidad, Equidad e Inclusión, que son programas de discriminación positiva que ponen la raza y el sexo por encima del mérito, de tal manera que hay una creciente discriminación, no solo contra los que presentan mejores expedientes, sino también contra los blancos y los hombres. Y eso afecta tanto a la admisión de estudiantes como a la contratación de profesores.

A Trump hay que reconocerle el valor de ser el primer presidente que ha osado comenzar a poner fin a este ataque a principios fundamentales. Le ha contestado el actual rector de Harvard, Alan Garber, que «respete su independencia». ¿Pero qué independencia? Según un estudio del propio Harvard, el 80 % de sus profesores se identifican como de izquierdas o muy de izquierdas, frente a un ridículo 2 % que se declara conservador, sin uno solo que se declare muy conservador. Pero, además, el 99 % de las donaciones a partidos realizadas por los ejecutivos, decanos y administradores de Harvard ha ido al Partido Demócrata. Sobra recordar cuáles han sido las posiciones de Harvard en las diferentes elecciones americanas.

¿Y tienen que sufragar los ciudadanos americanos con sus impuestos a este elitista e izquierdista centro de enseñanza que no respeta el pluralismo y la igualdad? Hagámonos una idea de la indignación de los votantes republicanos, es decir, de más de la mitad de los americanos, que ya muestran en las encuestas una oposición radical a los programas de la llamada acción afirmativa, es decir, al ataque constante al mérito. Ya es grave que esto esté ocurriendo en las universidades, por muy privadas que sean, sin que las instituciones tomen las medidas necesarias. El colmo es que, además, se esté sufragando con fondos públicos. Y lo lamentable, que nadie haya movido un dedo hasta ahora.

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