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La tortilla francesa de Sánchez

Para algunos expertos en psicología esa frase, «Son las cinco y no he comido», no es anecdótica, sino que revela que es incapaz de preocuparse de forma sincera por nada que no sea él mismo. Es un perfil muy concreto de conducta, poco aconsejable para gobernar un país

Actualizada 01:30

Sánchez es el presidente más débil que hemos tenido. Apenas puede aguantar unas horas sin comer. Es pura debilidad física, que en muchas ocasiones es antesala de la flaqueza moral. Hubo otros presidentes. Otras formas de gobernar. Uno de ellos, con el tiempo se ha convertido en un auténtico gigante: Adolfo Suárez. El ensayista norteamericano Archie Brown lo señala como uno de los dirigentes más providenciales del siglo XX. El sí fue un líder fuerte. Suárez, junto con Don Juan Carlos y Torcuato Fernández Miranda, fue fundamental para que España hoy goce y disfrute de la democracia. Le tocó torear con un tiempo difícil y se volcaba tanto en la gestión que se olvidaba de comer y finalmente resolvía todo con una tortilla francesa. No lo sabemos porque él alardease de esa austeridad y sacrificio. Lo sabemos por quienes trabajaban en aquellos tiempos en la Moncloa.

Sánchez, al parecer, consideró un esfuerzo enorme estar a las cinco de la tarde sin comer el lunes pasado. ¡Menudo sacrificio! Para algunos expertos en psicología esa frase, «Son las cinco y no he comido», no es anecdótica, sino que revela que es incapaz de preocuparse de forma sincera por nada que no sea él mismo. Es un perfil muy concreto de conducta, poco aconsejable para gobernar un país, ya que evidencia una carencia de empatía con los demás y le otorga un valor supremo a la satisfacción de sus necesidades básicas.

Por eso traigo el ejemplo de Adolfo Suárez, que se pasaba el día con una tortilla francesa. O Martín Villa, que dormía noches seguidas en el sofá del despacho en plenos tiempos del plomo, cuando ETA, la madre de Bildu, y madrina de Merche Aizpurúa, mataba guardias civiles cada tarde. O cuando Alfonso Guerra y Abril Martorell se pasaban toda la noche sin dormir, en Castellana 3, pactando y consensuando aspectos fundamentales de la Transición que nos ha permitido vivir algunos de los mejores años de la historia reciente de España. Por no referirme a los protagonistas de los Pactos de la Moncloa, en 1977, que se pasaron toda una noche negociando. Todos ellos se sacrificaban, pero a ninguno de ellos se les ocurrió hacer referencia a su hambre.

Ese perfil psicológico que se deja traslucir tras su incapacidad de sacrificarse por los demás es el mismo que le hace salir corriendo de Paiporta o que lo encoleriza ante las protestas callejeras que le censuran. Ese perfil es lo que de verdad nos tiene que preocupar. En su hambre del lunes se esconde su verdadero yo. Es el que le va a llevar hasta 2027, aunque destroce vidas, haciendas, PSOE y a España. Incapaz de preocuparse por los demás.

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