Dificultades de comprensión lectora
Algunos pretenden invertir el orden natural de las cosas y consideran que quienes gobiernan con el apoyo de golpistas son constitucionalistas, mientras que los que defendemos la Constitución y leemos y comentamos sus artículos somos golpistas
El último artículo que he publicado en El Debate, el pasado domingo, ha suscitado una atención, acaso inmerecida, que agradezco. No hay mayor tesoro para un escritor que sus lectores. Y debo gratitud especialmente a los críticos, pues sé, como enseñó Sócrates, que es preferible ser refutado a refutar a otros. Quien nos refuta nos enseña y nos mejora. Pero para que esto sea posible es necesario que el crítico entienda realmente lo que dice el criticado. Y me temo que, en este caso, la agitación y el revuelo producidos proceden de un mal entendimiento de mi artículo, y pienso que se trata de un problema de mala comprensión lectora. Entiendo que el nerviosismo generado por la proliferación de necios y corruptos, unido a la falta del hábito de la lectura, propendan a distorsionar el cabal entendimiento de los textos.
Era el objetivo de mi comentario un análisis de las posibilidades legales de que el Gobierno de Sánchez, por lo demás nefasto, por fin cayera. Entre estas, ha provocado indignación, y también elogios, la última, que consistía en una reproducción del artículo 8.1 de la Constitución, acompañado de un brevísimo comentario. «Las Fuerzas Armadas, constituidas por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, tienen como misión garantizar la soberanía e independencia de España, defender su integridad territorial y el ordenamiento constitucional». Y recordaba también que el Rey es el jefe supremo de las Fuerzas Armadas. Y añadía este pequeño comentario: «No considero necesario comentar la relación que tiene este precepto con la eventual interrupción de la legislatura». La conclusión de mentes poco reflexivas es que estoy incitando o recomendando la ejecución de un golpe de Estado, es decir, que soy un golpista, y que incluso la Fiscalía debería actuar de oficio. En ese caso, pasaría a estar imputado, como lo está, entre otras personalidades, el fiscal general del Estado, lo que no es menguado mérito. Por mi parte, debo responder de lo que escribo, pero no de los delirios interpretativos de una parte de mis lectores.
Parece excesivo calificar como golpista la reproducción de un artículo de la Constitución. Y mi añadido era solo un homenaje a la inteligencia de los lectores, al parecer, en algún caso, excesivo por mi parte. En la teoría de la interpretación jurídica se incluye la llamada interpretación auténtica, que es la que establece la autoridad que ha promulgado la norma, en el caso de que haya discrepancias de interpretación. En este caso, tengo que afirmar, sin rastro de soberbia, que necesariamente tengo razón. Solo yo puedo decir lo que quise decir, aunque sea muy claro, salvo para inteligencias averiadas. El problema no lo tienen conmigo. Debo afirmar que, si pensara que el tirano vocacional que nos gobierna debiera ser derrocado por un golpe de Estado, lo diría, pero no lo he dicho porque no lo pienso. Y el que lo afirme, o miente o es necio. El condicional es una figura lógica, que establece que, si se da el antecedente, entonces se da necesariamente el consecuente. Por ejemplo, si llueve, no saldremos al parque. No decimos que no saldremos al parque en general, sino si llueve. Muchas normas jurídicas tienen esta estructura. Según Kelsen, todas.
La relación del artículo 8.1 de la Constitución con la eventual caída del Gobierno resulta así tan clara que la di por supuesta en mi artículo. Si (condicional) el Gobierno no garantizara la soberanía e independencia de España, ni defendiera su integridad territorial, ni el ordenamiento constitucional, las Fuerzas Armadas estarían obligadas a intervenir. No he dicho que eso haya sucedido ya. Es un condicional lógico. Por otra parte, no faltan motivos para inquietarse ante semejante posibilidad. Por si hace falta, seré más claro. Si el Gobierno de Sánchez (condicional) aprobara la secesión de Cataluña, con la anuencia del Tribunal Constitucional, las Fuerzas Armadas deberían, legalmente, intervenir. Lo dice la Constitución, yo solo transcribo. Y, por cierto, eso no sería un golpe de Estado, sino una defensa de la legalidad constitucional frente a una traición. Es muy importante que no olviden que se trata de un condicional.
Por otra parte, no acabo de comprender cómo la izquierda radical le hace mohínes al golpe de Estado, cuando forma parte esencial de su tradición política. Por dar solo un ejemplo, entre muchos, puede leerse «El Estado y la revolución» de Lenin. No solo los fascistas promueven golpes de Estado. Por el contrario, nada los aborrece tanto, y la violencia política en general, como el conservadurismo. Otro día puedo desarrollar esta idea: casi nadie está más lejos del fascismo como el conservador.
Algunos pretenden invertir el orden natural de las cosas y consideran que quienes gobiernan con el apoyo de golpistas son constitucionalistas, mientras que los que defendemos la Constitución y leemos y comentamos sus artículos somos golpistas. Los lectores de la crítica de Ortega y Gasset a la rebelión de las masas y del dicho de Antonio Machado de que de cada diez cabezas nueve embisten y una piensa no podemos sorprendernos. Desde luego, hay un problema de dificultad de compresión lectora («lecto-escritura», que dicen ahora), pero acaso haya algo más: el rebaño no piensa; bala al unísono.