El helicóptero
Hasta en algo tan elemental, Koldo es diferente. ¿Se acoplará la chica en la cabeza una hélice y en el trasero un rotor? De no hacerlo puede terminar un día como la nueva rica, no en la sierra, sino en la barriga de Koldo, que aguanta lo que sea
Nada complace más a un socialista que un helicóptero. Begoña Gómez dice «helicótero» como Pepiño Blanco, el conseguidor y socio de muchas figuras retiradas del PP. Se cuenta de la esposa de un novísimo millonario. El nuevo riquísimo, que había reunido legalmente una inmensa fortuna, se sorprendió al comprobar que en su campo estaban construyendo un helipuerto. Lo había encargado ella. Y con un buen argumento. «Si tenemos en la finca un helipuerto, lo lógico es que me compres un «helicótero». La sencillez ante todo. Y llamó a Begoña, a la que conoció en la juventud. –Bego, ¿dónde compra tu Pedro los «helicóteros»?–; –No los compra, los usamos de gorra, gratis total, porque para algo soy la primera dama y Pedro el primer ministro de Marruecos–.
Fracasada la gestión, ella fue a El Corte Inglés con su tarjeta de crédito a comprar el «helicótero». No tuvo suerte porque no había ninguno disponible. En vista de ello adquirió un aparato de segunda mano perfectamente conservado. Y voló hacia la finca para inaugurar el helipuerto. En unos años habrá más helicópteros, motos y coches voladores que vehículos terrestres. Y un último dato carente de importancia. Se le antojaron unas fresas, de las buenas, fresitas, y voló hasta El Ejido almeriense para adquirirlas de primera mano. El helicóptero perdió altura y se estrelló en una sierra. El cuerpo de la caprichosa espantó a un grupo de arruís y su marido celebró su fallecimiento con un entierro de los que ya no se dan. Acudió al sepelio más de la mitad de los clientes habituales de 'Marina d'Or', ciudad de vacaciones.
Todo este largo y luctuoso preámbulo para preguntar a mis lectores y comentaristas si conocen la variedad camera que Koldo nos ha descubierto. «Tengo una, muy facilona, que me hace en la cama el helicóptero». La mayoría de los golfos, aunque no lo hayan practicado, conocen las singularidades del Salto del Tigre. Se puede practicar, bien tomando carrerilla y saltando sobre la cama, bien lanzándose hacia el lecho desde un armario. Koldo nos ofrece una pista. Si es ella la que hace el helicóptero, es ella la que trepa por el armario y vuela posteriormente hacia el hombre, que aguarda en la cama el vuelo de la putinguis. Hasta en algo tan elemental, Koldo es diferente. ¿Se acoplará la chica en la cabeza una hélice y en el trasero un rotor? De no hacerlo puede terminar un día como la nueva rica, no en la sierra, sino en la barriga de Koldo, que aguanta lo que sea.
Hay muchas variaciones y vicios ocultos en las cosas del amor comprado. Pero por mucho que me afano, no logro interpretar la imagen de helicóptero sexual. Sin haberlo intentado, me figuro en qué consiste el trenecillo, el tubo de escape y el desenfreno mongol. Pero no puedo alcanzar la imaginación que me llevaría a saber, que no a practicar, el helicóptero.
Hemos cambiado tanto que ni eso nos interesa.