Correo
Hace días, me encontré con otro Sánchez. Un líder mundial que guardó en la fotografía oficial de un acto internacional, un metro de distancia con el resto, dando a entender su frondoso desprecio al grupo de sus interlocutores, Trump incluido
He recibido un correo a la antigua, con un sobre de papel y un sello marcado. Por desgracia no hay remite, el remitente que firma «Joaquín» ha olvidado su apellido y sus señas. Pero debo aclarar que, según se ven las cosas, no ha acertado de pleno. El encabezamiento es chocante: «Despreciado fascista.» Así, a primera vista leí «Apreciado fadista», y me sentí plenamente satisfecho, porque he recibido durante mi vida miles de cartas, y en ninguna se me reconoce como lo que soy. Un gran cantador de fados. En los tiempos de Don Juan en el exilio, aprovechábamos la noche para visitar los locales en los que cantaban Amália Rodrigues y Carlos do Carmo, y mis interpretaciones vuelan de una a otro y rompen las manos de los portugueses. Pero no. La realidad hay que asumirla. El encabezamiento no mentía: «Despreciable fascista: Siempre humillando a los Sánchez. Serás de los primeros en caer porque te tenemos muy localizado. Te daremos, en nombre del pueblo, una muerte lenta, la que mereces. Joaquín».
La carta de Joaquín no es oportuna, porque hoy por la mañana, cuando ha llegado el cartero, tenía decidido cambiar drásticamente de palo. Claro, no he podido informarle a Joaquín, porque desconozco su paradero y joaquines hay muchísimos. Pero esas dificultades no me impiden reconocer que, al fin, me he convertido en un seguidor entusiasta de Sánchez y señora. Me han convencido.
Sin ocultar mi frivolidad y mi placer de moverme por la estética, debo decir a Joaquín, mi amable remitente, que he advertido en Pedro Sánchez más fuerza y poder en su liderazgo, que me lo reconozca Joaquín o no, lo perdió en Paiporta. Mientras el Rey y la Reina daban la cara, Sánchez ofreció su culo en fuga, rodeado de sus agentes de seguridad y con los andares perniabiertos, que emulan a un adulto en plena jiña o estercoleo.
Pero hace días, me encontré con otro Sánchez. Un líder mundial que guardó en la fotografía oficial de un acto internacional, un metro de distancia con el resto, dando a entender su frondoso desprecio al grupo de sus interlocutores, Trump incluido. Y ella lo mismo. Ha reencontrado en sus viajes y horas de soledad aquella belleza etrusca chusca que derritió a un jugador bastante malo –perdona, Joaquín– de baloncesto, que cambió el balón por las urnas trucadas. Una travesura. Les he pedido, a cambio de creer en ellos, que me conviden a merendar, y así aclararme si ingreso en el PSOE, en Sumar, en Podemos, en el PNV, en Junts, ERC, BNG, o Compromís, que son todos sus partidos. Pero una señora muy antipática me ha dicho que no hay merienda, porque todas las tiene apalabradas con Almodóvar, futuro ministro de Cultura y Deportes, sobre todo de lo segundo.
Distinguido y enfurecido Joaquín. Tú, a Sánchez le importas un bledo. Eres un piojo más. Pero a mí me ficharía como si fuera Haaland.
Si intentas algo contra mí, te las verás con Pedro, y con Begoña. que saben lo mucho que les adoro. Y la adoración es correspondida.
Besando tu camisa sudada con la imagen estampada del Che, te abraza con cariño, Alfonso Ussía.