Santi Piscinas
Aunque el exsecretario de Organización socialista se comió con deleite en Bruselas hamburguesas a 28 euros y buenos vinos mientras los separatistas se decidían, él soñaba incluso entonces con la tapa de chistorra en plato de papel en el bar de la piscina de Milagro
Santos Cerdán León es un tipo austero. Eso dijo muchas veces su jefe, que recorrió 40.000 kilómetros con él en el viejo Peugeot. Con 55 años y un poder omnímodo para hacer y deshacer, para levantar el teléfono y decir a María Chivite que hay que adjudicar el túnel de Belate por 76 millones a una empresa de la que era copropietario, para cortar cabezas de barones socialistas como si fuera a degollar corderos, Santi nos quiere hacer creer que es un hombre de partida de cartas con los amigos, de café con magdalena en el bar de su pueblo navarro de Milagro y de veraneos a la fresca en silla de tijera. Porque él no se reconoce en lo que la UCO cuenta sobre no sé qué de un cohecho y de una organización criminal.
Primero aseguró que no se reconocía en la voz de las grabaciones de Koldo; ahora ya sí se reconoce, pero cree que están descontextualizadas. No ha tenido mejor idea que buscarse un abogado separatista porque Pedro no le quiso costear la defensa. Hombre, en Moncloa hay mucha desvergüenza, pero todavía se saben guardar algunas apariencias. Quiere Santi que el seguro de responsabilidad civil de Ferraz le pague sus gastos, pero ni por esas. Le han dejado tirado. El presidente está todavía lloroso, como una esposa traicionada, por quien tanto hizo por él desde aquellos tiempos de la urna tras el biombo o las papeletas voladizas.
Pero lo más enternecedor es lo que cuentan los compañeros de El Mundo sobre cómo la familia Cerdán León se ha puesto a mirar por aquí y por allá, en el bolsillo de un bañador de rebajas de Santi o en la sahariana que lleva en su pueblo todos los veranos, a ver si encuentra los tickets de piscina pública con los que el inquilino de Soto del Real se refrescaba los veranos y darle en los morros al juez Puente que se atreve a investigar el patrimonio de Santi. Un hombre tan humilde como él era poco de viajes ostentosos y mucho de vacaciones en el pueblo. Lo siguiente que hará esta devastada familia será desempolvar los recibos del Covirán para que todos veamos que compraban packs familiares de leche de marca blanca y que las mandarinas que consumían siempre eran las de oferta.
Los 15.000 euros que, según Víctor de Aldama, le dio al amante de la balsa clorada, vía Koldo, en la calle Ferraz los debió emplear Santi en pagar a tocateja el 70% de su todoterreno y un pellizquito a engordar su cuenta corriente, que lucía muy nutrida en su última declaración de bienes en el Congreso. Aldama ha explicado que abonó ese dinero para disculparse ante Cerdán por haber frustrado una operación de una empresa amiga: era una manera de compensarle por haber abortado el «cupo vasco», territorio y sector reservado al socialista. Es decir, la contratación pública estaba parcelada y al exjefe de cocinas de Ferraz le correspondía la zona norte. Por esos tiempos, el no tan Santos realizó una reforma integral en su casa natal de Milagro. Entre chapuzón y chapuzón, entre bocata de tortilla y pimientos y cervecita de la nevera portátil, este extrabajador de Iberfruta, supo guardar. Y el que guarda, halla: aunque sea los tickets de los baños.
En noviembre de hace dos años cambió el frescor de la piscina navarra por el hotel Sofitel de Bruselas, donde aguardó días y días para que Carles Puigdemont diera el beneplácito a la investidura de Pedro Sánchez. El otoño frío y lluvioso bruselense era más duro que la fresquita montaña navarra. Pero pagaba el PSOE. Bueno, los españoles. A 300 euros la noche, Santi aguardaba con paciencia a venderse al prófugo. Hasta que lo consiguió. Allí se cruzó durante semanas con Lagarde, Draghi y los primeros ministros europeos. Pero él esperaba paciente para poderse hacer esa foto del oprobio en el despacho de Puchi bajo una urna del referéndum ilegal del 1-O. Y lo consiguió. El hombre de los chapuzones piscinícolas, logró su objetivo. Santi Piscinas es un primor.
Aunque el exsecretario de Organización socialista se comió con deleite en Bruselas hamburguesas a 28 euros y buenos vinos mientras los separatistas se decidían, él soñaba incluso entonces con la tapa de chistorra en plato de papel en el bar de la piscina de Milagro. Hasta hoy compara ese pincho con el rancho de Soto, y no hay color. Por eso es tan bueno guardar los tickets cuando uno es un hombre austero. Agrupémonos todos en torno al socialismo y a la charca obrera.