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HorizonteRamón Pérez-Maura

Vocabulario para ser el perfecto 'progre'

Durante dos generaciones en las décadas de 1950 y 1960 España fue un país de emigrantes. Esos emigrantes se iban a Alemania, a Suiza o a Suecia, por ejemplo, sin ninguna intención de quedarse allí para siempre. Iban a trabajar, amoldándose a la sociedad en que vivían

Hace tiempo que sabemos que en el lenguaje está una de las grandes batallas políticas. Según los términos que se emplee se está imponiendo un relato u otro. Creo que en este comienzo del curso político es muy conveniente recordar cómo se nos ha ido imponiendo un lenguaje 'progre' que cada vez es más woke.

Días atrás mi estimado colega peruano Aldo Mariátegui publicaba en Perú-21 un listado de 91 términos que para él identifica lo que tantos llamamos la izquierda caviar. Esta es la lista:

«Diversidad, articular, inclusivo, extractivismo, patriarcado, activista, transversalidad, misógino, identitario, visibilizar, forjar, empoderar, transparentar, zanjar, deslindar, claudicar, estructurar, resiliente, sostenible, narrativa, relato, invisibilidad, racialidad, colonialidad, autogestionario, combativo, opresión, empoderamiento, gesta, ciclovía, bioferia, amigxs, todes, inclusión social, organizaciones de base, racismo estructural, criminalización de la protesta, feminismo deconstructivista, discurso de odio, poderes fácticos, heteropatriarcado, poblaciones vulnerables, no binario, licencia social, enfoque de género, conflicto armado interno, terrorismo de Estado, modelo primario exportador, urbanismo con rostro humano, sexualidad fluida, cultura de la violación, vestigios coloniales, el lado correcto de la Historia, enfoque interseccional, en ese marco, el imaginario popular, socialmente responsable, consulta previa, violencia política, machismo blanco, sociedad civil, paridad de género, la vieja política, memoria histórica, luchas/gestas populares, el antiguo régimen, no contactados, pueblos originarios y minería ancestral».

La inmensa mayoría de estas palabras y expresiones se usan cotidianamente en nuestro entorno y no necesariamente por progres. Están ya en todas partes porque han sido impuestas con intenciones ideológicas muy concretas.

Tengo contado que para mí la mayor victoria de ese 'wokismo' es la imposición del término «migrante» para evitar dar una información básica a la que todos tenemos derecho: si estamos hablando de un emigrante o de un inmigrante. Como existe un rechazo –tantas veces injustificado– a los inmigrantes, hay que hablar de «migrantes» como para no decir que vienen a quedarse.

A mí me parece que llamar «migrante» a un ser humano es francamente insultante. Las migraciones las hacen las aves y algunas bestias en África. Se mueven de una zona a otra en función de la estación del año y buscando el clima más adecuado a su constitución. Por eso son migrantes: porque irán y volverán. ¿Alguien se cree que esos seres humanos que se juegan la vida en unos cayucos intentando alcanzar las Islas Canarias tienen la más mínima intención de migrar de vuelta a sus lugares de origen dentro de seis meses? Por supuesto que no. Pero con «migrantes», como con tantas otras palabras nos están ganando la batalla. En medios de prácticamente cualquier línea editorial se ha renunciado a llamar a los inmigrantes por su nombre. Y eso en España, que en el siglo XIX fue un país de emigrantes, especialmente en mi tierra montañesa y en Asturias. Emigrantes que se fueron a hacer las Américas y en bastantes casos hicieron fortuna y volvieron a sus pueblos originales, se hicieron una buena casa y plantaron ante ella una palmera que identificaba el lugar como la casa de un indiano. Yo soy orgulloso descendiente de indianos.

Pero también en el siglo XX durante dos generaciones en las décadas de 1950 y 1960 España también fue un país de emigrantes. Esos emigrantes se iban a Alemania, a Suiza o a Suecia, por ejemplo, sin ninguna intención de quedarse allí para siempre. Iban a trabajar, amoldándose a la sociedad en que vivían. Pero en la inmensa mayoría querían hacer un capital que les permitiera volver a sus lugares de origen como un triunfador.

Esos sí que eran migrantes. Pero a nadie se le ocurrió llamarlos así. Por la dignidad de la persona.