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Cosas que pasanAlfonso Ussía

Caza moderna

Después se supo que la cacería no la ofrecía Juan Abelló, que no se trata con esa gente, y que Albares recomendó a Don Juan Carlos que no pisara España sin ser detenido, como con Puigdemont pero en serio

Act. 15 sep. 2025 - 17:31

Todos los festejos sociales evolucionan. Mi prima tercera, que vestida de novia era más fea que una inglesa –opinión de Julio Camba–, al no recibir ni un solo piropo el día de su boda se dedicó, con escaso éxito, a la cría y venta de agapornis (agapornis gutulatus), unos loritos que conforman la especie más sosa de los lóridos. Se me ha olvidado reseñar que mi prima tercera, Corinna López Hernández, que creía que la nobleza se manifestaba doblando algunas consonantes de su apellido, fue duramente sancionada cuando, de buena fe o con malas intenciones, boicoteó una cacería de perdices a la que Juan Abelló invitó a Su Majestad El Rey, que tenía que estar dentro y está fuera, que fue invitado de honor. Un rincón de la finca de los López Hernández lindaba con el campo de empresario, y la naturaleza no ofrece explicaciones. Se abatieron al final centenares de perdices y un número mayor de agapornis, loros que se emparejan o casan como la buena gente del ayer, hasta que la muerte los separe.

Ilustración de Barca

Ilustración de BarcaBarca

Los de Iberpesca colaron unos espías y dieron su parte al notable, esforzado y enemigo de los visores nocturnos, Manuel Mateos, que vendieron en su canal supuestamente cinegético, después de adquirir el pequeño campo de loros de en tres capítulos de La caza del agapornis toledano. En el primer capítulo habló él, en el segundo, siguió hablando y en el tercero, al fin se pudo ver cómo caían unos agapornis después de recibir los impactos de los cazadores sin fronteras. El agapornis es del tamaño de la codorniz con un plumaje exótico, ora dorado, ora verde, ora azul y vientre blanco. La invasión de agapornis ha llegado hasta Madrid, y donde antaño competían jilgueros y gorriones, ahora se retan las cotorras verdes del Amazonas y los adorables agapornis, que nos han privado a sus clientes de la visión de jabalíes turcos y españoles certeramente abatidos en la oscuridad con una mira que lo mira todo. Y de la pesca del barbo.

Después se supo que la cacería no la ofrecía Juan Abelló, que no se trata con esa gente, y que Albares recomendó a Don Juan Carlos que no pisara España sin ser detenido, como con Puigdemont pero en serio. El fiscal general ha enviado al Congreso un proyecto de ley con un solo artículo muy escueto. «Prohibir que el fiscal general sea imputado por la Justicia que él representa», pero algo de gratitud merecen los arriesgados cazadores sin fronteras. Con los loros de moda, hemos dejado de ver a Madame Sánchez y estamos pendientes de los agapornis. Por lo menos, se aman.

Hoy te quiero más que ayer pero menos que mañana.

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