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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Supervivientes edición Flotilla

Convertir un drama en un reality prebélico es la última aportación del Premio Nobel y los figurantes encabezados por Ada

Una simple observación es suficiente para entender la naturaleza y el objetivo de la Flotilla Humanitaria a Gaza, que solo acierta en el primer término: efectivamente, es una flotilla, todo lo demás no supera el concepto de bisutería retórica algo perversa, que se aprovecha de un drama para concederse a sí misma un homenaje y esconder su único objetivo auténtico, que es echarle un cable al candidato fake a Premio Nobel.

El apunte es sencillo: si de verdad tuvieran por misión real y sincera enviar ayuda humanitaria a Gaza, hubiesen elegido cualquier otro procedimiento más rápido. Con un avión el cargamento llevaría un mes en la franja, que es el tiempo que llevan en el mar rodando una versión delirante de Supervivientes que, en lugar de en una isla, transcurre en un barco: falta Jorge Javier presentando la gala, en todo lo demás la coincidencia de pintas, cháchara y líos le permitiría a Mediaset rodar otro de sus célebres concursos.

También podrían haber elegido las opciones ofrecidas por Italia o la propia Israel, que hubiese permitido a los gazatíes recibir el cargamento hace tiempo, sin poner a nadie en riesgo ni alimentar, siquiera un poco, una espiral prebélica alimentada por Pedro Sánchez, siempre dispuesto a rodar una versión cutre de aquella película de Barry Levinson titulada «La cortina de humo» en la que el asesor de un presidente en apuros se inventa una guerra para tapar sus problemas domésticos.

Todo eso hubiera ayudado quizá a los palestinos, pero no a la causa que en realidad defienden Ada Colau, Barbi Gaza, Greta Thunberg y la diputada transgénero madrileña, que en el fondo no debe estar muy convencida de la conveniencia de tocar tierra: allí, por lo que sea, Hamás no suele homenajear a los de su condición y suele optar, si hay una grúa cerca o una azotea suficientemente alta, por colgarlos de la primera o tirarlos desde la segunda.

La causa, en fin, es otra, y por eso Sánchez se suma a la rave naval sumando un buque de guerra para escoltar a la flotilla, en una operación bélica aunque no acabe en combate: si Supervivientes es una excusa para Sánchez, Sánchez es una excusa para Supervivientes, en un bucle que retroalimenta para que cada uno saque los dividendos que espera de la chusca función.

Los de la flotilla son más infantiles: presumir de corazón, abrir un pequeño hueco electoral a la extrema izquierda para ver si Colau y compañía resucitan un poco y, en algunos casos, pegarse un crucero por la filosa, a sabiendas de que tienen las mismas opciones de acercarse a Gaza que Sánchez de lograr el Premio Nobel de la Paz.

Y en el caso del amigo de Hamás, de China y de Venezuela, cuya sensibilidad ante los derechos humanos es tan fija discontinua como el empleo en España, desviar la atención sobre el auténtico paisaje que le rodea, aplastado a la vez en el Congreso, los juzgados y las saunas de su esposa.

Tiene bemoles que el mismo presidente que ha abandonado el Sáhara, ha ayudado a Maduro a desterrar al ganador de las elecciones y desoye el mandato europeo de ayudar a aclarar 300 crímenes de ETA para no enojar a su socio Otegi se permita pasearse por el mundo con el disfraz de embajador de los derechos humanos, que es tanto como si Jack el Destripador se postulara para presidente del Colegio de Médicos.

Añadir al sainete una embarcación militar, tan necesaria cerca de Canarias para frenar el tráfico de seres humanos, las muertes por ahogamiento y el negocio de mafiosos tutelados a menudo por el yihadismo, define la catadura moral del personaje: prefiere coquetear con un enfrentamiento con Israel, con la ayuda de esos figurantes flotilleros de medio pelo, que enfrentarse a sus infinitas responsabilidades políticas en España y ayudar, con más discreción y humildad, a que Oriente encuentre algo parecido a un poco de esperanza.

El presidente elegido por un terrorista, condenado por secuestro y pertenencia a banda armada, dando lecciones de humanidad, con la misma solvencia que su esposa de captación de fondos o su hermano de música. Una gran familia.

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