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Perro come perroAntonio R. Naranjo

Begoña y las pulseras telemáticas

El legendario feminismo de Sánchez era esto: comprar pulseras en el chino para las maltratadas, rodearse de usuarios de prostíbulos y promocionar a su chica

La única mujer que ha disfrutado claramente de las excelsas políticas de igualdad del «Gobierno más feminista de la historia» ha sido Begoña Gómez, prueba irrefutable de que la caridad empieza por uno mismo. Fue llegar cari a La Moncloa, con los méritos concedidos por estadistas de la talla de Otegi, Junqueras, Iglesias y Puigdemont y ella comenzar a practicar la igualdad a tope.

Primero se montó un 'African Institute' o algo así, tirando de su legendaria trayectoria como devota de las películas de Tarzán, que enseña mucho en la materia, y a continuación se hizo catedrática, pensando quizá que si su marido era presidente sin tener los votos ella podía y debía ser honoris causa sin tener licenciatura. Qué puede haber más igualitario que empatar con un doctor de tesis plagiada que hacerse catedrática con un título CCC de guitarra por correspondencia.

Pero de ahí para abajo, pocas más se han beneficiado de ese impulso feminista legendario, con la excepción de todas las sirenas del PSOE que, a diferencia de en la Odisea, no le cantaban a su Ulises para descentrarlo, sino para impulsarlo en la historia: así hemos visto a Montero, Alegría, Rodríguez y tantas otras Lastras y lastres haciendo algo tan feminista como callarse con las andanzas de Ábalos, de Koldo, de Tito Berni, de Cerdán o hasta de Begoña con las saunas, a cambio eso sí de pelear muy fuerte contra la prostitución.

Aquí ya vimos el fracaso, pese al esfuerzo coral abolicionista y al mandato de Ábalos de aplicarse eso de «soy feminista porque soy socialista», coronado por la evidencia de que el propio Pedro Sánchez ha vivido media vida adulta al menos en viviendas compradas con el dinero de mercadear con los cuerpos espléndidos de chicas y chicos en los antros del suegro; pero nos quedaba otro frente para compensar la tolerancia con los usuarios de las casas de lenocinio: los malos tratos.

Ahí sí. Ahí lo íbamos a petar. Ahí seremos los mejores. Ahí contendremos a los negacionistas, que son franquistas, genocidas, carnívoros, machistas y homófobos, todo a la vez. Ahí pasaremos a la historia.

El saldo provisional ya podemos hacerlo: hay más agresiones sexuales que nunca; se da la matraca al varón caucásico inofensivo mientras se oculta la relación entre el delito y el papel de la mujer en la «cultura» de origen del violador; se mantiene firme el liderazgo español en Europa en desempleo femenino; se legislan proezas para contener el piropo y rebajar las condenas a más de mil delincuentes sexuales y, ahora, compramos las pulseras de los maltratadores en un chino y favorecemos el sobreseimiento de muchas causas por la pérdida de datos.

El balance no puede ser más brillante: paradas, violadas y desprotegidas. Pero empoderadas como nunca y con un montón de puntos violeta disponibles, que es lo que necesita una señora cuando su ex la persigue, uno de fuera o de dentro la viola o solo encuentra trabajo para limpiar escaleras.

De todas las farsas de Sánchez, que es una monumental farsa él mismo en su conjunto, quizá la feminista sea la peor, porque las resume a todas: es el clímax de la explotación comercial de causas nobles con fines estrictamente políticos para, una vez logrado, ignorarlas, degradarlas o amortizarlas como negocio de familiares y amigos.

A Begoña le reglaron una cátedra, una asistente, un instituto y una próspera carrera fraudulenta con cinco delitos ya imputados que, se concreten penalmente o no, reflejan ya comportamientos incompatibles con el más elemental sentido común de ella misma y de su santo. Al resto, le han comprado una pulsera en el chino o en un proveedor similar al de Ábalos con las mascarillas o Puente con los trenes.

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