Fundado en 1910

Pasé una época viajando con frecuencia a Barcelona. Decía Mingote que Barcelona era una mujer guapa en decadencia y Madrid una señora atractivísima que jamás perdía su gancho. El hotel en el que me hospedaba se situaba cerca de la calle de Sabino Arana –«Carrer de Sabino Arana» para no herir a los catalanoparlantes–, y me divertía preguntando a los taxistas acerca de la personalidad del homenaje. Ninguno, y fueron más de diez, se acercó a la realidad. El más seguro me respondió con acidez no provocada que Sabino Arana fue un gran pelotari. Me enterneció el taxista. Otro dudaba entre jugador del Athletic de Bilbao y la Real Sociedad –un gran ratón del área–, y llegué a la conclusión de que ni el alcalde de Barcelona –creo que era Maragall–, tenía puñetera idea de lo que fue y representó Sabino Arana. El segundo nombre de Arana era Policarpo y ese pequeño detalle lo llevó con mucho sufrimiento. En mis principios de poeta de Sábado Gráfico – compartí página con José Bergamín hasta que se decantó por Herri Batasuna y fue enterrado a su muerte entre una airada simbología de sangre. Vivió refugiado –no se sabe de quién se refugió–, en Fuenterrabía en casa de Alfonso Sastre y la nauseabunda terrorista etarra Eva Forest, involucrada y anfitriona en Madrid de los asesinos de los clientes de la «Cafetería Rolando» junto a la Puerta del Sol. Durante la guerra, Bergamín paseaba por la Gran Vía con sus milicianas, que no reflejaban expresión de satisfacción cumplida. No pegó ni un tiro, porque la guerra le daba bastante susto.

Uno de sus secuaces, Telesforo Monzón, al que conocí de lejísimos en un pequeño restaurante de Ascain, donde huyó con heroicidad atlética cruzando a nado el Bidasoa, declaró que no era español. Tampoco francés, ni probablemente chino. No existe la nacionalidad de «Extranjero», y yo le escribí unos versos, «El Extranjero», que molestaron mucho a su entorno.

Pero tenga más decoro
Y medíteló primero.
¿Cómo va a ser extranjero
Llamándose Telesforo?

Se querellaron, me insultaron y lógicamente fui absuelto.

Sabino Policarpo Arana Goyri copió su fundó un partido, no una nación, y la banderola vasca la diseñó Luis Arana, su hermano menor: «Ikurriña». Sustituyó el azul por el verde de la Unión Jack, la Bandera del Imperio británico. Fue un luchador siempre en desventaja mental. Su mujer, y novia, Nicolasa Achica Allende –hoy Nikole atxikallende–, era una buena moza que se encontró con una fatalidad en Lourdes. Porque Sabino se empeñó en elegir Lourdes para sus primeras cabriolas. Lo que no se esperaba Nicolasa es la escasa presencia corporal en el cuerpo de Sabino, que sufría de micropene. Y no hubo milagro.

Este personajillo es el que ha prevalecido en el PSC, ese partido que no se sabe dónde se ubica, y que se ha opuesto a cambiar la placa por «Calle de Miguel Ángel Blanco» o «Carrer Miguel Ángel Blanco», como dice mi profesor de catalán... Y eso viene de arriba. Los alcaldes sólo están pendientes del dinero. Chulos del sistema y… bueno, esas cositas del dinero hacia los bolsillos más dispares y variopintos. Crueldad histórica contra la desvergüenza de una nación sin alma.