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25 de abril de 2024

Cartas al director

La virtud y la envidia

El corazón humano es un territorio enrevesado que se hace muchas preguntas de la existencia. ¿Para qué estoy en el mundo? ¿Para qué he venido? ¿Quién soy yo? Pero no se encuentran respuestas. Pero sí se recrea en la belleza de la vida cuando se adquiere fama.
Cada uno es cada cual, único, con un estilo propio, sea consciente o inconsciente el estilo que tengas. Nadie, en lo más íntimo, es igual a otro. El estilo es el hombre (y la mujer). Pero hoy el estilo provoca cierto desconsuelo, vivimos tiempos extraños muy raros. Nos estamos convirtiendo en masa de obediencia al individuo con fama sin estilo.
El mal, ya lo sabemos, no tiene entidad propia, no es nada. Es, sencillamente el no-bien, del mismo modo que a la falta de luz la llamamos oscuridad. Y con naturalidad de lo cómico y lo trágico, con luz y sin luz, estamos perdiendo nuestra identidad, con esa dejadez insoportable, de dejar al político que se forme su fama. A base de la virtud del otro y la envidia que tiene de su prójimo.
La virtud agarra a la fama por los pies y a la envidia por el pelo. Mientras ella se ríe las golpea a las dos. Pero a veces la fama está sobre la virtud y la envidia y a veces la virtud sobre la envidia y la fama. Y nada le impide la risa y el desprecio del famoso, cuando se le termina el camino en el desierto. Por no ser alguna vez virtuoso, solo famoso y codicioso.
No adoctrines a nadie con tus ideologías, deja pensar y reflexionar, para buscar las palabras con que se escribe la vida y la muerte, la guerra y la paz, la libertad y la justicia, el amor y el desamor, sin ninguna fama. Solo con sonrisa y humor que es también la medida de la libertad en nuestra sociedad que dice las cosas con claridad, sin faltar al misterio de la verdad. No quiere el famoso que piense la gente del pueblo, le da miedo por mentiroso…

Máximo de la Peña Bermejo

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