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28 de abril de 2024

Cartas al director

El humanismo del corazón

No existe actividad más humana que la de preocuparse por el prójimo, hasta el desaliento. Es un pecado desalentarse, y si es por la familia y los amigos, un delito grave. La verdadera felicidad consiste en trabajar y vivir para los demás con amor y desinterés.
Ya lo advirtió Jesucristo, quien quiera salvar su vida sin amor, la perderá, pero quien dé su vida con amor la salvara. Es el humanismo del corazón.
Cada persona poseemos una razón para vivir, una razón superior y secreta, solo para nosotros mismos y distinta del objetivo de la mayoría que asigna a su vida. Es necesario dar con la clave para vivir con alegría y paz interior. Y solo se consigue entregándote a los demás y llevarse bien con tus semejantes. No hay otra clave que no sea mediante la confesión y el arrepentimiento con humildad.
Una confesión que no se hace ante el sacerdote (esa es otra confesión) sino ante cualquier hombre. Decir nuestro pecado y nuestra mayor ofensa nos define como persona decente. No hay perdón sin confesión, ni siquiera se redime el castigo, si no hay confesión del daño causado. El que carece de decencia humana, y no hay en su naturaleza nada que se parezca a un arrepentimiento sincero, se convierte en una persona de un cinismo cruel. Cuando se menciona la muerte, «lamentar el dolor» no basta. Tiene que ser compensado a los hombres con un sentimiento sincero.
El reino de los cielos pertenece a los hombres, a la gente normal y corriente, que son los que tienen el poder de conceder el perdón con su espíritu de moral y dignidad. La gente, el pueblo, se avergüenza de un sistema que permite a un individuo «alegrarse del dolor de su víctima» con una carga inasumible de hiriente crueldad. Ensalzar a un terrorista como lo han hecho los dirigentes del Gobierno, dictando su sentencia para nuestra historia reciente es una humillación para el ser humano. Que una banda de asesinos como ETA solo debe quedar como un mal recuerdo. Y que, a partir de ahí, el pasado, pasado está. Y los demás que se queden sin felicidad y humanidad en el corazón…

Máximo de la Peña Bermejo

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