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27 de abril de 2024

Cartas al director

El hombre soberano

La política actual está creando un individuo sometido y dependiente, dispuesto a comprometerse solo a aquello que le interesa para su bienestar, que le permita no solamente elegir el pastel que desea comer, sino también la persona con la que desea acostarse, o al cargo que desea dedicarse. Aunque no tenga ninguna profesión ni capacidades naturales para ejercerlo. La exigencia de elección para la política no debe estar despojada de una profesión o capacidad para ejecutarla.
La dignidad del ser humano se basa en la autonomía personal, en la capacidad individual para elegir, para decidir y para gobernar con suficiente conocimiento. En una sociedad de hombres libres deben existir los fines comunes y las metas colectivas. Si no existe el bien común, habrá que crearlo. Porque, sin bien común, se destruirá la libertad y empujará a la sociedad a la barbarie. (A la ley del más fuerte).
La fuerza dominante en la vida es el esfuerzo constante de cada ser humano por mejorar su propia condición y la de los demás. El hombre libre y soberano tiene que organizar la economía en torno al crecimiento, no para consumir más, sino para repartir más, cuanto más tengamos «productos y experiencias» con criterio que mida el bienestar. Sin ninguna ideología. Si la libertad se define como la capacidad del individuo para controlar sus intereses por medio de una ideología y sus posibilidades de elección que no merece, todos los demás individuos se convierten en una amenaza para su libertad. Por su incapacidad y engaño. En ausencia de una meta compartida de todos, o un bien común para todos, las relaciones humanas se tornan conflictivas y si se mezclan las ideologías, a los individuos no les queda otra salida sino luchar para alcanzar sus intereses privados, en competencia con otros individuos de distinto pensamiento ideológico. Así se liquida el bien común. Del hombre soberano, con las ideologías de las dos manos…

Máximo de la Peña Bermejo

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