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29 de abril de 2024

Cartas al director

Vocación al matrimonio

En la vida de las personas existen momentos particularmente importantes en los que hay que tomar decisiones trascendentes que marcan el futuro del largo peregrinar vital: son elecciones o determinaciones que dejan huella en su completo ser. La elección de estado merece una particular atención porque es, tal vez, la que está generando como más incertidumbre, confusión o intrascendencia. El hombre se cree que está llamado, por naturaleza, a la vida matrimonial y no pocas veces su vocación no es tal, porque los hay que buscan en el matrimonio exclusivamente sexo, confort y seguridad. Pero el matrimonio es eso y ¡mucho más! De ahí tantos fracasos.
Las claves de la vocación matrimonial se podrían como englobar en cuatro actitudes: La primera sería como el deslumbramiento, el descubrimiento, el enamoramiento de ese estado, de la vida familiar. La segunda actitud sería, lógicamente, la aceptación, la acogida, la realización del proyecto y para ello encontrar, lógicamente, a la otra persona con la que compartir la misma inquietud, el mismo ideal. La tercera actitud comprendería la fidelidad: ser coherentes y consecuentes con la elección hecha y la decisión tomada, aunque las vicisitudes de la vida, disensiones e incluso incomprensiones se presenten con más o menos frecuencia y exijan renuncias; pero saber, como se dice vulgarmente, capear el temporal. Y la cuarta actitud sería la de la constancia, la fidelidad, la permanencia en el tiempo. Es, quizás, la prueba más exigente y, a la vez, la que más satisfacciones ofrece: todos los frutos de un amor pleno, realizado, satisfecho. Y a esto es a lo que se le suele llamar la auténtica felicidad.

Juan Antonio Narváez Sánchez

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