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Cartas al director

Aquella primera promoción de Clásicas

Aún recuerdo aquel mes de junio de 1988, cuando un reducido grupo de jóvenes nos licenciamos llenos de ilusión, de ganas de salir al mundo y de vivirlo. Esas imágenes me provocan dulce nostalgia y ternura. Sí, la vocación nos ha arrastrado durante estos largos años, mientras hemos asistido al desfile de las sucesivas leyes educativas por la alfombra multicolor de la política. Mucho hemos hablado y escrito sobre la deriva del Latín y el Griego en nuestro sistema educativo. Qué pronto olvidamos el prestigio y el reconocimiento que toda la sociedad, no solo la académica, otorgó a estas materias en un pasado no tan lejano.

Pero también compartimos la alegría. La alegría para perseverar y seguir remando, desde el modesto púlpito de la docencia, contra las aguas que nos ha tocado surcar. Debemos presumir de alumnos, son únicos, de esos alumnos que cada día se emocionan en las aulas y dan claras muestras de su entusiasmo. ¡Bendita locura!

Estimados compañeros de promoción, ojalá me leáis allí donde estéis o alguien os traslade estas palabras que os dedico. El pasado 24 de mayo nos reencontramos en el Paraninfo para celebrar la entrega de los premios organizados por la Araseec, asociación a la que siempre hay que felicitar por su extraordinaria labor, y apenas nos saludamos después de unos cuantos años. No dejaremos pasar otros treinta… En definitiva, todos somos eslabones de la misma cadena, la cadena de la primera promoción de Filología Clásica de Zaragoza. Para finalizar, mi último brindis por esos magníficos profesores de Latín y de Griego de la Facultad de Filosofía y Letras que habitan perennes en nuestra memoria.

Isabel Pascual Cebrián

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