Cartas al director
Hasta el rabo, todo es corrupción
La irrupción de Montoro en el ruedo de la corrupción ha significado un capotazo salvador para un PSOE tocado por los pitones de un morlaco que apunta directamente a la taleguilla del maestro. Un maestro que sobre todo lo es en aprovechar las ocasiones desfavorables, negativas y contrarias, para salir airoso de la plaza, aunque eso sí, al precio de dejarse por el camino la moralidad, la ética o como le queramos llamar a todo eso del honor y el respeto a la verdad y a la palabra dada, y demás zarandajas caballerescas que la posmodernidad se ha llevado por delante. Irrupción de Montoro que los peperos prefieren minimizar o calificar de cortina de humo...
Pero haber utilizado los múltiples y sofisticados medios y servicios del omnipotente Ministerio de Hacienda para amenazar a adversarios y enemigos, políticos o no, y además lucrarse profesional y personalmente (todo ello muy supuestamente, claro) tiene nula justificación y simpatías en el contribuyente español acosado por un Estado depredador. A estas alturas de la película hay demasiadas evidencias para concluir que el denominado Régimen del 78 no ha funcionado en el combate contra la corrupción política y de los políticos. A la muy dificultosa posibilidad de que al corrupto le pillen, le sigue la muy improbable de que le procesen sin que exista alguna prescripción de por medio, de que lo acaben condenando con la pena que legalmente se merezca, y de que cumpla finalmente la condena sin que tercie indulto, amnistía o sentencia «Condepumpidesca». Ante este panorama, el mensaje que entiende cualquiera es que compensa mucho ser corrupto.