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Cartas al director

Divina comedia

En la Divina Comedia es apasionante el paseo que da Dante, de la mano de Beatriz, por el Infierno, el Purgatorio y el Cielo. El Infierno y sus círculos concéntricos, más o menos próximos a Satán, que es el rey de ese lugar donde van a parar los marcados por sus vicios y maldades. En el círculo más alejado al Demonio están los lujuriosos, los golosos, los avaros, los pródigos, los iracundos, los perezosos… Esta estancia tiene que estar como muchos metros en horas punta; no sabía yo que el ser goloso era un pecado, siendo yo el primero que peca; proliferan los que guardan mucho el dinero, sobre todos los ricos, y escasean los que lo despilfarran, quizás los manirrotos del escaso caudal que poseen; la ira, en momentos concretos, es la riqueza que iguala a todos; los perezosos y lujuriosos, quién esté libre de pecado, que tire la primera piedra. Más cerca del señor Diablo están los herejes, los violentos, los seductores, los aduladores, los malversadores de los bienes públicos, los hipócritas, los ladrones, los malos consejeros, los sembradores de discordias, los falsarios… Esta estancia estará superpoblada. Y, por fin, los más próximos al señor Satán, los traidores y sus lugartenientes. Los traidores no sé si serán muchos o pocos, lo cierto es que estos especímenes alcanzan, con demasiada frecuencia, las más altas cotas del poder y la riqueza. Últimamente, en nuestra España, no hay que morirse para ir al infierno. Lo estamos sufriendo en vida, con la llegada de un comunismo trasnochado y sectario, que quiere salvar una nación de más cinco siglos, rompiéndola.