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Cartas al director

Perdón… ¿por jubilarse?

Cuando a la finalización del curso, cerré por última vez la puerta del aula y del despacho, quedaban atrás cuarenta y dos años contribuyendo, también, a que otros pudieran gozar con alguna dignidad del merecido retiro.

Los que hemos enseñado a las generaciones más menudas que los impuestos son un indicador de las sociedades mejor desarrolladas, no podemos albergar dudas de que, en una comunidad justa y solidaria, el esfuerzo conjunto repercute siempre en beneficio de todos. De ahí la plena conformidad con haberlo podido hacer, a pesar del siempre discutible destino de aquellas aportaciones.

Por eso, más como justicia que como licencia o gracia hacia los que hace años encanecieron sus cabezas, ruego a los responsables de los medios gráficos que, cuando hayan de ilustrar noticias o reportajes sobre la crisis de las pensiones -algunas de las cuales suscitan entre el grupo de sus beneficiarios (queriéndolo o no) un sentimiento de culpa o responsabilidad en la mengua de los recursos económicos para el conjunto de la población- añadan a las escenas o fotografías de la petanca y el mus o del solazarse en un banco de cualquier parque, las de los abuelos que llevan y traen a los nietos al colegio y a las extraescolares; los que les dan de comer y los que hacen una transferencia periódica a hijas y yernos. O esos otros, no pocos, que atienden como voluntarios -para seguir ayudando aunque de otro modo- en cualquier asociación y en muchas parroquias. No. Lo siento pero no pido perdón por jubilarme.