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Cartas al director

Misandria

Siempre he creído lo que el artículo 14 de la Constitución española proclama el derecho a la igualdad y a la no discriminación por razón de sexo y también en la obligación que consagra el artículo 9.2, de los poderes públicos de promover las condiciones para que la igualdad del individuo y de los grupos en que se integra sean reales y efectivas. Esta igualdad es un principio jurídico universal reconocido en textos internacionales que se contempla en buena parte de los estados, sobre todo en aquellos de tradición y «civilización occidental», surgida de la interacción entre la filosofía griega, el derecho romano y los valores cristianos. Por eso, cuando hace unos años recibí, como subdelegado de Defensa en Salamanca, un oficio para que informara qué medidas iba a tomar de cara a promover la igualdad efectiva entre hombres y mujeres en la Subdelegación, respondí: «Ninguna». Pues ya existía, en ella, esa igualdad. Como la he tratado de buscar siempre, siempre, a lo largo de mi vida personal y profesional, incluso en ambientes nada favorables a ella, como en Mali, como jefe del Contingente Español y 2º Jefe de la Misión de la Unión Europea (EUTM), ya que al ser responsable de la supervisión del entrenamiento de los malienses tenía que comprobar cómo se hacía hincapié en la observancia y la defensa de los derechos humanos y, en particular, la igualdad de género.

O en Afganistán, donde, como jefe de la Fuerza española (Aspfor) XXIX y del Equipo de Reconstrucción Provincial (PRT), continué la ingente labor de ayuda a la población afgana y en particular a las mujeres y niñas que tanto sufrieron y fueron discriminadas en la época talibán y que ahora lo vuelven a ser.

Tras mi experiencia en misiones exteriores en cuatro continentes, por todo lo anterior, y por mucho más, cuando llegan fechas como la actual, 25 de noviembre «Día internacional de la eliminación de la Violencia contra la Mujer» o el 8 de marzo y comienzo a oír expresiones como: «los hombres tienen todo el poder», «el macho es responsable de todo lo malo que le pasa a la mujer» o, resumiendo «los hombres son malos y las mujeres son buenas» correspondientes a un pensamiento simplificado y desentendido de la realidad y la complejidad de la sociedad, con una fuerte connotación negativa, siento que, como diría un castizo, «se me inflan las narices» al constatar ese odio, esa aversión y desprecio a los hombres que no es más que pura misandria (del griego: miso=odio y andrós=varón), equivalente sexista de la misoginia (odio a las mujeres).

Todo lo anterior no es óbice, pues siempre habrá excepciones y comportamientos dignos de condena, para que todos y en particular los poderes públicos hagan todo lo posible para promover las condiciones para que la igualdad de hombres y mujeres sea real y efectiva y, si no es posible su erradicación total, se disminuya al máximo la violencia contra la mujer.

Félix Eugenio García Cortijo

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