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02 de mayo de 2024

En Primera LíneaJosé Félix Pérez-Orive

Yolanda Díaz cambiará de perfume

Un político comunista, que sea un poco honesto, alcanza una edad en que pierde la inocencia y es consciente de que vive más del pobre que para el pobre

Actualizada 02:03

Decía el ministro gallego Pío Cabanillas: «todavía no sabemos quiénes somos los que vamos a ganar». Y la ministra Yolanda Díaz, también gallega, habrá pensado alguna vez al mirarse en el espejo: «Todavía no sé con quiénes voy a perder». Vaya por delante mi respeto a Yolanda Díaz, y al ahínco con que desempeña su trabajo. Lo que me intriga de ella es que pronto deberá hacer algo, si no quiere que el espejo le diga la verdad.
Desconozco la valía real de esta ministra, más allá de las cosas que han publicado los medios pero, por trigonometrías de la vida, tiene oportunidades para seguir creciendo en el «seno» de la izquierda, ser «tangente» con Sánchez y «secante» de Podemos. Proviene de una facción del partido comunista colaboradora de la formación morada, pero con entidad jurídica propia, y fue nombrada líder de esta formación porque Iglesias así lo quiso. ¿Qué hubiera ocurrido de no haber roto Iglesias con la madre de sus hijos? ¿Seguiría siendo Díaz la elegida? No lo sé, en cualquier caso las brujillas de Podemos no le tienen especial devoción. Tampoco Díaz se fía de ellas y su astucia galaica la previene de someterse a los designios de un dios menor.
Y si Díaz no ve claro lo de Podemos, que no lo ve, su próxima opción será acercarse allí donde le ofrezcan apoyos, sea Ferraz, CEOE, sindicatos, o una buhardilla en Lavapiés. Es consciente de que la política la ha ennoblecido, pero precisa seguir creciendo. Ello pasaría por contar con el partido de Más País de Errejón en las próximas elecciones. Pero Errejón, que vivió la jugada de Carmena, no ha hecho su travesía del desierto para cambiar el efluvio de Abrótano Macho de Iglesias, por el de Agua Fresca de Díaz. En Más País saben que para hacer el tonto tendrán más ocasiones.
Pedro y Yolanda 13-11-21

Paula Andrade

Entonces Díaz dispondría de una tercera posibilidad, audaz, pero verosímil. Es una persona que una psicóloga conductista podría definir como «amigable»: utiliza la simpatía para conseguir sus propósitos o, como describía Tom Wolfe, sumarse a «la izquierda exquisita»; en nuestro caso a la foto Vogue de las alegres chicas del PSOE. Lo tendría fácil. Servirá con que, al final de la legislatura, ceda en sus pulsos con Sánchez para que cuenten con ella. ¿Quién sabe? Quizá podría ir de número dos en su próxima papeleta. Pero ¿puede un desconfiado como él aceptarlo? Sí. Algo que ha caracterizado a «nuestra luz y guía» es que lo que más le gusta es lo que menos le conviene, y en ese wishful thinking tan suyo, vería una oportunidad con Yolanda para mostrarse más feminista, más izquierdista y más simpático que nadie. Quedarse con los votos de Podemos, pero sin Podemos. ¿Lo aceptaría el partido?
Suena bien para ganar, pero también suena bien para perder, que es a lo que apuntan todas las encuestas, incluidas las no publicadas de Tezanos. En ese caso, el PSOE ya no sería condescendiente con un líder que ni gana ni goza de credibilidad para hacerlo en el futuro. Un Sánchez derrotado no sería garantía de puestos de trabajo en el partido o en las instituciones o empresas públicas. Díaz, sin embargo, podría hacerlo mejor en el futuro, lo cual no es difícil. Esta señora –le atribuyo este tratamiento por el moño de Eva Perón con el que se adorna para distanciarse de los atrezos más antisistema– (todo un síntoma) provoca curiosidad y lideraría mejor la oposición; se la cree más que a Sánchez y cuando miente lo hace con los dientes más blancos. Tampoco hay tantos candidatos para suceder al presidente y menos aún que se duchen todos los días. Las aspiraciones de Díaz a Sánchez no se le ocultan, pero unida al PSOE (afiliada o no), no solo acabarían con Podemos, sino que ganarían frescura y feminismo razonable. De acuerdo que la mirarían con recelo, pero el PSOE lleva tiempo bizqueando con Otegi, Rufián e Iglesias.
Acontece otra cosa. Un político comunista, que sea un poco honesto, alcanza una edad en que pierde la inocencia y es consciente de que vive más del pobre que para el pobre. Además, España no es ni Cuba ni Venezuela, es Europa. Díaz, a estas horas, sabe de eso, del influjo de la Corona, del poder empresarial de este país, de que la derecha en las últimas elecciones de la Comunidad de Madrid les zurró en los arrabales más impensables, y del futuro en progresión que tienen los autónomos y pymes (emprendedores mayoritariamente conservadores) en una economía empresarial que pretende mayor rentabilidad subcontratando actividades.
Díaz cavilando sobre las mieles del poder, se habrá dicho: ¿mamá por qué no puedo ser artista? O, dicho de otro modo: ¿por qué no puedo ser socialdemócrata? Por supuesto que para que la comunista Díaz se haga socialdemócrata no tiene que ser una actriz excepcional, le bastará con pasar del agua gallega de Adolfo Domínguez al Eau de Soir de Sisley y eso lo hará cuando desee. Bastaría con demostrar a todo el mundo que ella lo ha intentado (en eso está) pero que con Podemos, por sus formas y desvaríos, no se va a ninguna parte.
  • Jose Félix Pérez-Orive es abogado
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