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19 de abril de 2024

En Primera LíneaJosé Félix Pérez-Orive

¿Qué fue del procés?

¿Qué puede dar de sí el diálogo entre un mentiroso y un atado? ¿De verdad, president, creería usted a Sanchez?

Actualizada 00:39

El titular sugiere que el procés ha decaído y así parece. Basta reseñar la sesión del Parlament del pasado día 30 de septiembre, donde una propuesta de la CUP (siete diputados) sobre la celebración de un referéndum de autodeterminación en esta legislatura quedó duramente postergada. ERC se abstuvo y el resto, 87 parlamentarios (Junts, Comunes, PSOE, CS, PP), votaron en contra. El tema no acabó ahí; aprobaron, sin renunciar a la vía unilateral, aceptar un referéndum pactado, lo cual era una hirviente contradicción.
Sospecho que si pudiera preguntar al señor Aragonés qué fue del procés, se enojaría. Sin embargo, la CUP presentaba su iniciativa como «una palanca para reactivar el independentismo», definición que lo dice todo. Pero ¿por qué este retroceso? Si nos dirigiéramos esta vez a Sánchez con nuestra pregunta, nos sofronizaría al contestar que es fruto del buen clima de los indultos. Lo que no se entiende es el sometimiento de Aragonés a enfriar el asunto at calendas graecas, cuando lo probable es que dentro de dos años Sánchez no pueda sentarse en esa mesa o, todavía peor, que sea Casado quien lo haga. Estoy persuadido de que los de la CUP tienen razón y de que están tratando a los independentistas como a niños, contándoles milongas porque no saben cuál es el próximo paso. Más allá de que Sánchez y Aragonés estén apretados dentro del mismo flotador, ¿hay alguien dentro de la jerarquía de ERC que crea que Sánchez puede autorizar una amnistía o un referéndum de autodeterminación? De haberlo, tendría que ser internado por ingenuidad delirante. Entonces, ¿a qué están jugando?
La realidad es que los independentistas juegan a muchas cosas y a todas a la vez. Por ejemplo, la CUP habla de acompasar un referéndum en Cataluña a otro en Escocia en 2023. Pero ¿se va a emplazar tal referéndum? No, y si se convocara, la única conclusión que extraerían los catalanes es que los referéndums carecen de sentido. Un plebiscito de independencia cada diez años (el último escocés fue en 2014), por el brillante teorema del cántaro y la fuente, terminaría siendo un éxito. O, visto desde otro ángulo, ¿cuántos referéndums exigirían poder perder los separatistas para cambiar de tema? Ninguno. Lo poco democrático y desproporcionado sería que ganándolo una sola vez, el inexistente derecho de autodeterminación colapsara, mientras que, naufragando diez veces, no expirara.
¿Qué fue del procés?

Lu Tolstova

Otra cosa a la que juegan es a camuflar su miedo. Se consiguió más juzgando a los secesionistas que perdonándolos. La pasividad del indultado no es una prueba de agradecimiento por salir de la cárcel, es síntoma del horror que le ocasiona volver a ella. En cuanto a la mesa de diálogo, que lleva años encargada a una ebanista de Reus, nunca parece ser urgente. Y no lo es porque conocen sus respuestas. ¿Qué puede dar de sí el diálogo entre un mentiroso y un atado? ¿De verdad, president, creería usted a Sanchez? O, de veras, Sr. Sánchez, ¿piensa que podría aceptar Aragonés lo que le ofreciera? La gran verdad es que desde que los secesionistas salieron de prisión no se puede constatar ninguna machada, empezando por la CUP, que para prevenir catarros no ha pisado el trullo en un acto de clarividencia autonomista, y continuando por el Molt Honorable Senyor Torrent, que solo ha incurrido en una calculada y melindrosa desobediencia. «¿E que sí?»
Apuntaba hace unos años Junqueras –cuando no imaginaba que emigrarían cinco mil empresas fuera de Cataluña– que «siempre nos han ganado por la ‘pela’, pero que esta vez no ocurrirá». No es así: ha ocurrido. «La España que nos roba se ha convertido en la España que les mantiene», a pesar de haber convertido el independentismo a Barcelona en la capital de la reyerta y el botellón. La Generalitat ha hecho el único negocio sensato que podía hacer: mendigar. De aquí que posponga y posponga el procés –posponer es abandonar– hasta desvirtuarlo. Llevo años escribiendo que los catalanes encontrarán solos su solución. Y esta deriva de diferir y dilatar es prueba de ello. ¿Alguien fantaseaba con que el independentismo periclitaría con Junqueras proclamándolo con resignación desde un balcón? Pues no. Se desvanecerá como la covid, poco a poco y con sigilo, pero mantendrá su presencia sociocultural aunque ya no será deletéreo. ¡Ah! y a Puigdemont (forma parte del posponer), los jueces lo traerán.
Quizá sobre el particular venga al caso mi conversación con un diputado del PNV en 2013. En un almuerzo, le inquirí de sopetón: «¿Ves al País Vasco independiente en los próximos treinta años?». Molesto, me contestó con un golpe contenido en la mesa, en la que saltó una aceituna: «No, pero déjame soñarlo». Espero que el señor Aragonés, en un rapto de honesto misticismo, se haga esa pregunta y comparta su respuesta con la clase desinformada. Le creeré con el mismo y sincero arrobo con que él parece creer a Sánchez.    
José Féliz Pérez-Orive es abogado.
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