El Nicolás francés y el Juan español
Además de la ausencia de un sistema de responsabilidades en la gestión de los recursos que provienen de los ciudadanos, tampoco existe una forma de exigir responsabilidades por el progresivo empobrecimiento fruto de las irresponsables políticas monetarias de los gobiernos, la Comisión y el BCE
Mucho se ha hablado de la falta de funcionamiento de los servicios públicos. A los desastres como la dana, los incendios, caos ferroviario, apagones, hay que añadir las listas de espera en la Sanidad, atascos en los tribunales, demoras en los trámites burocráticos, corrupción por doquier, etc. Tenemos la sensación de que toda España, excepto la Corona, ha dejado de funcionar y se escucha a nivel de calle «y aquí no pasa nada»; claro, es por la ausencia de un sistema de responsabilidades en la gestión de los recursos públicos.
A diferencia del sector privado en el que los miembros del consejo de administración de una empresa, por ejemplo, responden personalmente y con su patrimonio, en el sector público reina la impunidad. Salvo flagrante delito, los miembros de un ayuntamiento o diputación lo máximo que van a soportar, en su caso, es ponerse colorados al cruzarse con algunos vecinos; a partir de ahí, ni eso. Gobiernos central y autonómicos se culpan mutuamente de cualquier hecho, con distintos grados de bajeza moral, en un espectáculo infamante que no va más allá de alguna sesión de control parlamentario o de otra inútil comisión de investigación. Todo ello cuando no recurren a la habitual delegación de responsabilidad hacía arriba de «es que lo manda Europa». Aquí ya el ciudadano queda atónito ante su soledad e impotencia. Europa es un ente lejano, galáctico, frente al que tan solo cabe la sumisión y el silencio de individuos y gobiernos. En el caso de que el ruido sea un poco elevado ese ente argumentará que sigue directrices de la ONU. ¡Échales un galgo a Europa y a la ONU! La organización mundial sestea en su inutilidad, la UE trabaja en su autodestrucción y el gobierno y CCAA están tranquilos sabedores de su irresponsabilidad.
En estos momentos los distintos gobiernos europeos, con la colaboración del BCE, financian sus déficits y sus disparatados gastos públicos por tres vías. Por un lado acuden al endeudamiento externo. También a la emisión de moneda, que no es otra cosa que incrementar la deuda. Y por último achicharrando a impuestos a los ciudadanos. Esto último empobrece directamente a las personas, y las dos primeras fórmulas comprometen el futuro y empobrecen a la población al ser medidas generadoras de inflación. Y, ante esto, los de a pie pagamos, pagamos y pagamos la incompetencia y vemos restringida nuestra libertad bajo las losas impositivas, burocráticas, la híper regulación y el empobrecimiento progresivo. Tenemos, por tanto, dos áreas con exceso de poder discrecional y deficiente sistema de control y responsabilidades: le gestión y administración de los recursos de los ciudadanos y la política monetaria con la que aumentan deuda, gasto e inflación.
Frente a todo esto es normal y comprensible que surjan por doquier movimientos y reacciones como el francés «Nicolás, el que paga» o que crezca de forma considerable el número de jóvenes españoles que como Nicolás, consideran que no es bueno pagar impuestos; y llevan razón. El Nicolás francés, el Juan Español y los de los demás países vemos cómo nuestro dinero se va caprichosamente en subvenciones, ONG, gastos absurdos, suntuarios o destinados al clientelismo político... Pero ojo, no estamos ante una mera revuelta en las RRSS, no. Las fuerzas políticas que persiguen una reforma profunda de la UE y proponen medidas encaminadas a la reducción de la carga fiscal y de las estructuras públicas es una realidad en crecimiento. Hoy en día en 13 de los 27 países de la Unión (48%) estos partidos políticos son la primera o segunda fuerza y en algunos casos ambas posiciones, 1ª y 2ª. No son países menores y la tendencia, como sabemos es creciente. Es normal y sano que esto ocurra ya que la ciudadanía es un ser vivo.
Además de la ausencia de un sistema de responsabilidades en la gestión de los recursos que provienen de los ciudadanos, tampoco existe una forma de exigir responsabilidades por el progresivo empobrecimiento fruto de las irresponsables políticas monetarias de los gobiernos, la Comisión y el BCE que nos afectan de manera muy negativa a los simples y humildes pagadores de impuestos que demandamos cambios.
Sin embargo, vemos con satisfacción cómo el presidente Milei, además de una fuerte reducción del tamaño del Estado, del gasto y déficit, está implementando diversas medidas que en la práctica supondrán un sistema encaminado a limitar la discrecionalidad de acción de los gobernantes, lo que lleva aparejado la posibilidad de exigir responsabilidades por algunos hechos llevados a cabo por ellos. Sin duda la propuesta más llamativa sea la de tipificar como delito de lesa humanidad la emisión de moneda para financiar déficit y gasto público; será un delito que no prescribe además. Esto supone una autolimitación para el presidente, ministros del ramo, gobernador del banco central y su consejo; y en el caso de incumplir ese mandato incurrirían en responsabilidades penales graves. No es una originalidad o un capricho, proviene de la Escuela Austriaca y a su vez de la de Salamanca del Padre Mariana.
En este punto conviene volver a Europa para hacerse preguntas. Y es que para el Nicolás francés, el Juan español y demás pagadores europeos sería muy interesante poder ver debates en medios de comunicación en los que los autollamados partidos populares españoles y europeos, centristas, aquellos de los que desconocemos su ideología, nos expliquen qué opinan de las medidas propuestas por el presidente Milei. ¿Están de acuerdo o no con la prohibición de emitir moneda para pagar gasto público y déficit? ¿Qué opinan los populares del adelgazamiento de las estructuras del Estado? ¿De los sistemas de responsabilidades personales y políticas? ¿Les gustaría que a Von der Leyen y Lagarde se les pudiera procesar por los eventuales daños causados por ambas? ¿Les gusta la reducción potente de impuestos? ¿Están a favor de la liberalización de los mercados como el de la vivienda y los demás? ¿Comulgan con el intervencionismo socialista imperante? Y así sucesivamente. En pocas palabras, que sepamos si quieren promover políticas netamente liberales para los europeos y españoles o si su objetivo es mantenerse cómodamente en el «establishment».
En estos momentos en los que Europa vive un proceso de redefinición profunda, esta información es vital para la creación de una cultura que permita mantener con vida la UE y que los ciudadanos nos podamos formar una opinión fundamentada sobre las respuestas y propuestas de los partidos políticos. Nos va mucho en ello.
José Antonio García-Albi Gil de Biedma es empresario