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en primera líneaJosep Miró i Ardèvol

El abril que cambió Europa

¿Qué sociedad, la actual, que sabiendo que su principal problema es el envejecimiento por falta de hijos, y que ve como necesidad y a la vez como preocupación la inmigración masiva, mata cada año a millones de seres humanos impidiéndoles nacer?

Actualizada 01:30

Europa ha sido para muchos de nosotros ilusión, esperanza y horizonte de sentido, pero de acuerdo con los tiempos se está convirtiendo en una pesadilla.

El pasado 11 de abril, una mayoría del Parlamento Europeo, formada por liberales, socialdemócratas, verdes y extrema izquierda, aprobaba una moción sin valor operativo, pero sí de alcance político, para que se reconociera el aborto como un derecho fundamental de la UE. De manera sincronizada y pocos días antes, la Comisión Europea había dado luz verde a una iniciativa para recabar firmas con el mismo propósito y en paralelo el partido liberal de Tusk, tuneado como miembro del Partido Popular Europeo, lanzaba su iniciativa proaborto en Polonia.

Todo esto nos lleva a la constatación de que el aborto, junto con las políticas de ideología de género y de revisión dogmática de la historia, se llamen de la «memoria», o sean woke, son el ídolo que suelda la alianza objetiva entre el liberalismo cosmopolita de la globalización con los partidos de la progresía de género y sus diversos etiquetajes. Éste es el bloque de dominio de la élite política y cultural gobernante, con fuertes ramificaciones en el poder económico y mediático.

Y ésa es la autoridad que conduce a Europa a la catástrofe.

Porque en este mismo periodo de tiempo, el otro gran proyecto de estas elites es el prepararnos para un horizonte de guerra; es decir, nos condicionan para que nosotros mismo, nuestros hijos o nietos, vayan al frente a luchar. Esto es lo que predica Jose Borrell, lo que nos recuerda Ursula Vander Leyen, lo que Nadia Calviño facilita desde su presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI) con créditos para el «gran rearme».

Ilustración: Reloj Unión Europea

Ilustración: Reloj Unión EuropeaLu Tolstova

Vuelve a producirse el mismo mecanismo que desató la Primera Guerra Mundial, preludio de la Segunda Guerra de los Treinta Años (1914-1945), que casi acabó con la civilización europea. Lo explica bien Los Sonámbulos, como Europa fue a la guerra en 1914 del historiador Christopher Clark; como sonámbulos vuelven a llevarnos a la guerra.

Las elecciones europeas de junio son una buena ocasión, aunque insuficiente, para recuperar una Europa como horizonte de sentido humano. Ocasión para reducir el peso de socialistas, liberales, verdes y postizqueirda en el Parlamento Europeo. Insuficiente porque será una respuesta que tendrá más de reacción que de proyecto.

Y necesitamos este nuevo proyecto. Desde las fuerzas políticas, desde la sociedad civil y en ambos, la concepción cristiana deberá ser por número y por aportación de cultura política al proyecto, el pal de paller, el eje alrededor del cual se monta el pajar, el núcleo en torno al cual se vertebra la alternativa. Dignitas infinitas, publicada el 8 de junio, resume una parte de dicho programa.

Una alternativa que tiene como punto de apoyo sobre el que construir la palanca, la construcción de una sociedad organizada para que celebre la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, la acoja, la acompañe y vea en ella su principal capital.

¿Qué sociedad, la actual, que sabiendo que su principal problema es el envejecimiento por falta de hijos, y que ve como necesidad y a la vez como preocupación la inmigración masiva, mata cada año a millones de seres humanos impidiéndoles nacer? ¿Qué mente racional no se aterra ante las consecuencias de tanta contradicción, incongruencia y daño colectivo en todos los órdenes?

Y necesitamos también una alternativa que recupere la fuerza europea de la paz y la reconciliación que nos hizo grandes desde 1945. Que tenga la capacidad para atraer a Rusia a la paz convenciendo a Ucrania, que su actual camino la lleva a la ruina. Porque tan irracional e inhumano como el aborto es creer que arrojando a Rusia –una potencia económica más o menos como Italia– a manos de China, se construye algo bueno para nosotros.

Por eso, hay que celebrar la iniciativa surgida desde la sociedad civil, auspiciada por la Asamblea de Asociaciones por la Vida, la Libertad y la Dignidad, así como por Neos, de propiciar un primer acto en Madrid hoy, al que deben seguir otros en distintas capitales de Europa, como camino necesario para construir la nueva alianza europea por la dignidad y la vida, de carácter cultural, social y político, engendradora de un movimiento que aúne todos los esfuerzos para convertir la resistencia y la reacción en alternativa cultural y de gobierno.

  • Josep Miró i Ardèvol es presidente de e-Cristians
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