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26 de abril de 2024

En primera líneaCarlos de Habsburgo-Lorena

¡Son los valores, imbécil!

El argumento de que no debemos presionar a Putin, ya que podríamos empujarle a utilizar armas de destrucción masiva, va en una dirección completamente equivocada. La decisión ya está en su doctrina, y si los rusos quieren un detonante para alguna acción, nunca se han privado de producirlo o fingirlo ellos mismos

Actualizada 12:13

En 1992, Bill Clinton ganó las elecciones contra George Bush con el lema «¡Es la economía, imbécil!». Hay muchas tesis sobre el origen de la guerra entre Rusia y Ucrania; la verdadera razón es que asistimos a una contienda entre un sistema libre y democrático en el marco de un Estado de derecho, por un lado, y un sistema totalitario y opresivo con un desprecio total hacia los derechos humanos y el derecho internacional, por el otro. Es una lucha de valores.
La mayor amenaza para el sistema de Putin es el «buen ejemplo» que supone Ucrania. La gente en Rusia podría empezar a preguntarse cómo puede ser que un país muy similar al suyo haya logrado una riqueza considerable para una amplia base de la población tras dos décadas de una sociedad libre y casi democrática, y los rusos, no. Hay que suprimir ese buen ejemplo.
Los principios del viejo manual de operaciones nazi eran la opción adecuada para lograrlo. La ocupación de Crimea en 2014 fue un calco de la ocupación por los nazis de los Sudetes, una parte de Checoslovaquia, en 1939. Los argumentos de Hitler y Goebbels para la invasión de Polonia –que no era un país y por tanto no tenía derechos existenciales– son exactamente los mismos que los de Putin y su ministro de Exteriores Lavrov respecto a Ucrania. Todo esto hace que los razonamientos de los rusos para la «desnazificación» de Ucrania resulten aún más grotescos.
En este punto es importante afirmar que quienes utilizan el falso argumento de una invasión de Rusia por parte de la OTAN no hacen otra cosa que repetir una historia inventada por la maquinaria de propaganda rusa. ¿Quién iba a imaginar que un tema tan importante como la renuncia a la ampliación de la OTAN pudiera haber escapado a todos los acuerdos que condujeron a la reunificación de Alemania? Sobre todo, cuando testigos de todas esas reuniones, como el cerebro estratégico de la reunificación, Horst Teltschik, asesor de Asuntos Exteriores y Seguridad de Helmut Kohl, niegan categóricamente la existencia de un acuerdo sobre ese tema. Merece la pena revisar los argumentos y no tragarnos la propaganda enemiga.
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Lu Tolstova

¿Cuáles son ahora los objetivos estratégicos de Rusia en esta guerra? Hace apenas unos días, el alter ego de Putin y expresidente Dmitry Medvedev habló de un continente euroasiático «desde Lisboa hasta Vladivostok» bajo el liderazgo de Rusia. Aunque esto está literalmente a años luz de la realidad, el objetivo de unir por tierra todas las zonas de habla rusa del mundo está definitivamente en el programa. La ofensiva para conectar Transnistria, actualmente parte de Moldavia, con la madre patria rusa es un objetivo declarado de la actual invasión. Se olvida con demasiada frecuencia el hecho de que se trata de una declaración de guerra contra Moldavia como Estado soberano. Y la conexión terrestre con Königsberg/Kaliningrado se haría inevitablemente a través de los Estados bálticos o Polonia. La situación jurídica, según el ex ministro de Asuntos Exteriores, Andrei Gromyko, define a Königsberg como una parte de Alemania bajo administración soviética «a la espera de la determinación final de las cuestiones territoriales en el acuerdo de paz», algo que nunca ocurrió.
En cuanto a los medios para alcanzar los objetivos estratégicos, aquí tampoco debemos hacernos ilusiones. La doctrina militar rusa es muy clara en cuanto al uso de armas nucleares, biológicas o químicas (NBQ). Rusia nunca tuvo reparos en el uso de armas químicas, ya fuera en Chechenia o en Siria, si servía para sus fines. En la doctrina rusa, las armas nucleares tácticas se describen como «armas de desescalada», lo que significa que se utilizan para aturdir al adversario hasta el punto en que este acceda a desescalar. Este argumento sumamente perverso no se hizo realidad, porque Siria, Georgia y Chechenia no ofrecían objetivos adecuados para los dispositivos nucleares tácticos, es decir, la densidad necesaria de soldados y material de alta tecnología en un espacio reducido. La situación en Ucrania es totalmente diferente, y los observadores bien informados solo esperan a que se utilicen las armas NBQ; no se preguntan si ocurrirá, sino cuándo. Por eso, el argumento de que no debemos presionar a Putin, ya que podríamos empujarle a utilizar armas de destrucción masiva, va en una dirección completamente equivocada. La decisión ya está en su doctrina, y si los rusos quieren un detonante para alguna acción, nunca se han privado de producirlo o fingirlo ellos mismos.
La guerra actual en Ucrania probablemente será larga y con muchas víctimas. Nosotros, el Occidente libre y democrático, no debemos olvidar nunca que Ucrania está defendiendo nuestros valores europeos. Con sus vidas y con todos sus medios. Lo menos que podemos hacer es proporcionarles las armas necesarias. La discusión sobre las armas ofensivas o defensivas yerra totalmente el blanco. Cualquier arma en manos de Rusia como agresor es ofensiva, y cualquier arma en manos de Ucrania es defensiva. Quienes cacarean el eslogan bobalicón de «Parad la guerra» no saben lo que piden: la capitulación de los valores europeos ante un agresor monstruoso. Ucrania merece todo nuestro apoyo.
¿Cuál puede ser ahora el resultado de la guerra actual? El único desenlace aceptable es el restablecimiento completo del territorio soberano ucraniano, incluidos Donbás y Crimea, combinado con un cambio de régimen en Rusia. Menos de eso supondría una aceptación de la fuerza bruta como medio político legal, y muy probablemente una guerra a una escala aún mayor en el futuro inmediato. Rusia, bajo el sistema de Putin, siempre buscará el dominio sobre Europa. Si realmente creemos en principios como el Estado de derecho, los derechos humanos y la democracia, el cambio de régimen en Moscú es la única manera de que Rusia pueda ser un socio de pleno derecho en el futuro.
  • El Archiduque Carlos es el jefe de la Casa Imperial de Austria y Real de Hungría
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