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en primera líneaGonzalo Cabello de los Cobos

En 2025 solo queda dar las gracias

Quiero agradecer a Pedro Sánchez, nuestro guapo y resiliente presidente del Gobierno, todos sus desvelos. Sin él jamás habríamos tenido el privilegio de conocer a Ábalos, Koldo, Santos Cerdán, la fontanera del PSOE y toda la CIA que lo rodea

Por fin he tomado plena conciencia de lo que significa ser padre de dos niños muy pequeños. No es una revelación mística ni una epifanía repentina, sino algo mucho más terrenal: es la primera vez que mi mujer y yo nos quedamos solos, completamente solos, con ellos durante más de una semana. Los dos trabajamos y afrontamos siete días sin abuelas, sin hermanos, sin primos y sin nadie que nos eche una mano. Rock’n'roll.

Así que escribo estas líneas entre gritos y llantos (probablemente míos), mientras de fondo suena, de forma ininterrumpida, el inevitable Rayo McQueen, que me acompaña día tras día, hora tras hora, en todas sus versiones posibles: películas, cortos, juguetes, camisetas y canciones. Sospecho que seguirá haciéndolo, como mínimo, durante los próximos dos o tres años. Nos hemos hecho íntimos. ¡Ka-chow!

El Debate (asistido por IA)

Y como el año se acaba, ya solo me queda tiempo para dar las gracias y acordarme de algunas cosas. En primer lugar, quiero agradecer a Pedro Sánchez, nuestro guapo y resiliente presidente del Gobierno, todos sus desvelos. Sin él jamás habríamos tenido el privilegio de conocer a Ábalos, Koldo, Santos Cerdán, la fontanera del PSOE y toda la CIA que lo rodea. Menudo año, verdaderamente: una montaña rusa emocional.

Gracias a Ábalos hemos aprendido que «la Carlota se enrolla que te cagas». Con Koldo hemos confirmado, ahora que estamos en Navidad, que los sueños se cumplen si se persiguen con determinación. Un día puedes estar en la puerta de un prostíbulo repartiendo guantazos a un cliente pesado y, al siguiente, negociando entre risas con Delcy Rodríguez el rescate de esta o aquella compañía, o las mordidas de rigor para este o aquel. El ascensor social del que tanto habla la izquierda, sin duda, funciona… para la izquierda.

Y qué decir de Santos Cerdán, il capo di tutti capi, o de nuestra querida periodista de investigación que nunca ha publicado una investigación, la inefable Leire Díez, de cuyo rostro el gran Antonio Mingote habría extraído oro puro. España, a veces, es un país injusto: nos quita a Mingote y nos deja material infinito por plasmar.

Como digo, en lo político ha sido un año magnífico, sostenido por Pedro con estoica calma. Su desconocimiento del personal que lo rodea ha alcanzado tal extremo que no me sorprendería que en este 2026 que asoma llegara a dudar incluso de su mujer y de su hermano. Pedro el Pétreo es así: no reconoce más amigo ni más familia que el poder. Todo lo demás son daños colaterales, prescindibles en cualquier momento. Gracias presidente por enseñarnos tanto.

Por otro lado, no quiero que termine el año sin acordarme del gran Alfonso Ussía. A diferencia de tantos que en estas semanas han abrazado su memoria sin pudor, él no era mi amigo. Lo conocía desde mi más tierna infancia y mi primer artículo publicado en prensa, en el diario ABC, se titulaba precisamente «Alfonso Ussía». Pero nunca he tenido la osadía de decir que lo fuera. Teníamos una muy buena relación y lo admiraba profundamente en lo que a letras se refiere. Pero, aunque solo fuera por los años y el talento que me sacaba, nuestro vínculo no era horizontal. Y una amistad, para serlo, siempre debe serlo.

Hoy marcho de viaje a su adorada Comillas y debo confesar que va a ser doloroso no verlo cada día en su sitio de siempre, en el club, departiendo con Adolfo de esto o de aquello. Ha sido una imagen constante en mi vida, y cuando a uno le arrancan imágenes de su vida, pues qué quieren que les diga: duele. No es nostalgia impostada; es la tristeza concreta de lo cotidiano que ya no volverá.

Por eso hoy prefiero dar las gracias. Por haberlo conocido, por haberme regalado tiempo para escucharme y animarme a escribir, y por cantar conmigo Sapo Cancionero, de Los Chalchaleros, una buena tarde en la que yo andaba algo perfumado.

En lo profesional no puedo quejarme. Mi socio Gonzalo Figar y yo seguimos enredados aquí y allá con nuestra empresa de comunicación corporativa y con el podcast Entre Gonzalos. Ha sido un buen año de trabajo y de esfuerzo, pero también de suerte, que conviene no despreciar nunca y agradecer siempre.

Y, por supuesto, no quiero olvidarme de Ramón Pérez-Maura, director de Opinión de El Debate, al que también estoy muy agradecido. En más de cuatro años juntando letras aquí, nunca me ha cambiado una sola coma. Eso, créanme, es muy encomiable. La libertad no siempre se proclama: a veces simplemente se ejerce.

En lo personal, lo único que deseo es quedarme como estoy. No soy ambicioso en ese aspecto. Seguir pudiendo disfrutar de mi familia y de mis amigos, y pasarlo lo mejor posible mientras tanto.

Y, por último, quiero agradecerles a ustedes que sigan leyendo mis escritos. Me han pasado los últimos datos y cada vez somos más. Eso me llena de orgullo, pero también de responsabilidad. Muchas gracias, de verdad.

Que pasen todos ustedes un muy feliz fin de año y que 2026, Dios mediante, les traiga cosas estupendas.

  • Gonzalo Cabello de los Cobos es periodista