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28 de abril de 2024

TribunaGonzalo Ortiz

De presidente a presidente

Al juzgar la política exterior de España en Iberoamérica, tras el viaje a Brasil y Chile, parece evidente que el Gobierno prefiere modelos intervencionistas de izquierda que no tienen futuro alguno

Actualizada 01:30

El viaje del presidente del Gobierno a Iberoamérica entre los días 6 a 10 de marzo a Brasil y Chile ha servido para alejarle de la polvareda política existente con el proyecto de ley de amnistía y del escándalo Peugeot, que implica por el momento a Koldo, a Ábalos y posiblemente a muchos más.
Ha sido una gira de presidente a presidente, aunque sus interlocutores son presidentes de pleno derecho y Sánchez es sólo presidente del Gobierno. Con frecuencia se producen malentendidos como el que ocurrió en una visita a Colombia cuando los altavoces anunciaron a Pedro Sánchez como presidente de la república española. Estos fallos no perjudican a nadie y alimentan la autoestima del español.
La política del Gobierno español en Iberoamérica se alinea con el llamado Grupo de Puebla/Foro de San Paulo. Es decir, populistas o neocomunistas en donde el poder, a menudo, tiende a extender el control de todo el espectro político empezando por la Fiscalía, siguiendo por el Legislativo y el Tribunal Supremo y continuando por el Defensor del Pueblo, Colegio electoral y la Contraloría (Tribunal de Cuentas). Regímenes que periódicamente convocan elecciones, cuyos resultados a menudo son predecibles, donde se articulan procedimientos para la compra y falseamiento de los votos. En los que la Fiscalía nacional sólo va contra los enemigos políticos. Regímenes en los que en definitiva no interesa que los pobres dejen de ser pobres porque ello les estimularía a dejar de votar a los partidos de izquierda.
Tanto Lula como Boric se dirigieron al «presidente» español como «compañero», es decir, correligionario. En las dos etapas de Brasil y Chile se han firmado protocolos que atañen al nuevo evangelio de la agenda 2030, al feminismo combativo con discriminación positiva hacia la mujer (los gobiernos se confiesan feministas), y al cambio climático y a la transición ecológica con nuevas fuentes de energía. Los documentos firmados suelen ser ambiguos, con definición de objetivos programáticos sin concreción alguna. No faltaron en estos viajes sendos acuerdos de cooperación científica y técnica, firmados por el lado español, por el CDTI, y evocaciones a las «alianzas estratégicas». En el caso de Chile se firmó, también, un proyecto de colaboración renovada en la Antártida.
Estos acuerdos suelen incluir invocaciones al «compromiso con el progreso» y condenas al neoliberalismo, concepto utilizado por la izquierda sobre el que suelen caer todo tipo de improperios y descalificaciones. En las reuniones se aprovecha,igualmente, para criticar el nuevo auge de la «ultraderecha», para alertar contra la supuesta amenaza que supone para la democracia en la que ellos no creen. El muy deficiente desempeño económico de los regímenes neopopulistas se atribuye al «bloqueo» de los Estados Unidos (caso de Cuba o Venezuela). El fracaso económico, con modelos que no han funcionado nunca, es una prueba de su escasa viabilidad y su distancia con la realidad.
En la visitas se organizaron sendos Foros Empresariales al que acudieron buen número de empresarios, esta vez capitaneados por el presidente de la CEOE, Garamendi, empresas seleccionadas desde el Ministerio de Economía y de Moncloa. En estos foros, los países visitados se congratulan de la inversión española, y en el caso de Brasil, el presidente Lula insistió en lo atractivo de su país por «su tamaño de mercado, calidad de mano de obra, y estabilidad política, jurídica, fiscal, económica y social». A los viajes de Sánchez son invitados muchos periodistas, generalmente con los gastos pagados, que aceptan agrupar preguntas, y no suelen plantear el menor asomo de crítica, ya que se considera de mala educación interrumpir al presidente o llevarle la contraria. Foros y conferencias de prensa sin el menor asomo de espontaneidad.
En sus cinco años en el poder, Sánchez, ha visitado numerosos países iberoamericanos. Es un presidente viajero, que se deja acompañar por delegaciones muy numerosas, y a menudo por su esposa. Particularmente frecuentes han sido los viajes a países políticamente amigos y a la República Dominicana (el último conocido con ocasión de la Cumbre Iberoamericana y de la Internacional Socialista). En este viaje, a Chile, se ha introducido el apartado de memoria democrática, en la que los dos países se alinean en objetivos de revisión histórica. En general, no se reivindica nada relacionado co la cultura, lengua, sangre mestiza y religión comunes (por poner un ejemplo, ha pasado desapercibido el quinto centenario del fin en 1521 del señorio mexica). El presidente de gobierno tiende a acaparar los viajes al exterior y reducir al mínimo la agenda del Jefe de Estado (en la toma de posesión del presidente Milei, el Rey acudió sin el preceptivo acompañamiento de un ministro de gobierno. Puede que vuelva a ocurrir en la toma de posesión del reelegido presidente de El Salvador, Nayib Bukele).
Al juzgar la política exterior de España en Iberoamérica, tras el viaje a Brasil y Chile, parece evidente que el Gobierno prefiere modelos intervencionistas de izquierda que no tienen futuro alguno. El momento económico y político de Brasil es delicado (tras la controvertida presidencia de Bolsonaro), como el de Chile (proyecto de reforma constitucional rechazado en referéndum), pero tanto Boric como Lula son políticos con buenas conexiones internacionales y un relevante juego de cintura (capacidad de autocrítica).
Queda todavía lejos el Acuerdo de Unión Europea-Mercosur y la posibilidad de que una Latinoamérica cohesionada pueda jugar un papel como bloque en el concierto mundial, o colaborar lealmente con España o Europa en proyectos de gran dimensión. Un viaje más de Sánchez a las Américas «de presidente a presidente, de compañero a compañero».
  • Gonzalo Ortiz es embajador de España
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